lunes, 30 de agosto de 2010

Bolas

 La Colifata emitiendo para noctámbulos

         El asunto de los conos ha traído cola (perdón). Y es que una no acaba de sorprenderse. Pepita me ha dicho que ya está totalmente repuesta y que el lunes me enseñará sus conos. Me muero de curiosidad.

A causa de una margarita no tengo más remedio que contar lo que voy a contar. Las margaritas (mirá, son tan lindas, ché) están hechas para sufrir, son como el destino hecho flor. Y tomo una margarita y la deshojo: sí, no, sí, no, sí, no, sí… Y toca sí. De modo que, entre la margarita y la noche que arranca de mí todos mis secretos, me veo obligada a contarlo.
         Hace unos días (no sé cuántos, el tiempo para mí es una mera ficción) acudí a casa de una amiga que me había llamado por lo del taper. Sí queridos, esas reuniones sociales en las que la anfitriona te invita a merendar y hay una extraña que te suelta un rollo para que compres y luego le regala a la anfitriona un termo… Así que miré mis armarios para ver si me faltaba algún taper, me deshice de los que estaban deteriorados, y allá que me fui tan tranquila.
         Cuál no sería mi sorpresa cuando llegué y encontré una reunión con un cariz ciertamente distinto al imaginado. No os lo imaginaríais ni en cien años. Lo que allí había, además de las amas de casa, era una experta en otra cosa bien distinta: en bolas chinas. Sólo con oírlo me ruboricé y enseguida me hubiera ido de no ser por la fidelidad que siempre he profesado hacia mi amiga.
         La experta era una terapeuta que había pasado dos años en China estudiando el proceloso mundo de las terapias alternativas. Allí había ejercitado largas meditaciones (¡siempre las tan necesarias meditaciones!) y arduos aprendizajes, habiéndose especializado en el uso terapéutico de las bolas chinas. Y de nuevo apareció el dichoso tema del suelo pélvico, que parece que me persigue. Es que últimamente no doy un paso sin tropezarme con el dichoso temita.
         Y la experta estaba haciendo una demo, no real, claro, sino como hacen en los aviones con los chalecos.
-- Ni un pis, ni una pedorreta incontrolados. Bastan las bolas y todo está bajo control.
         Nosotras estábamos boquiabiertas, pasmadas. No imaginábamos ni de lejos tal poder de aquellas simples bolitas.
--Dicen que la revolución de las mujeres culminó cuando nos incorporamos al trabajo: Ja! Ja! y Ja! Eso nos hizo trabajar como esclavas. La auténtica revolución viene del lado de las bolas chinas. Estas bolitas tienen un enorme poder liberador. Una puede abandonar cuando quiera el tálamo conyugal. Se va de paseo, conoce gente… Oye, y que es otra cosa.
         Confieso que eso me estaba empezando a gustar.
-- Y no olvidemos sus enormes propiedades terapéuticas que se producen sin sufrimiento alguno, todo lo contrario (y ahí está la liberación) de una forma muy agradable. No tenéis más que recorrer las calles (su entusiasmo iba en aumento) ¿qué veis? Montones de mujeres sonrientes. Pensaréis que es por la primavera, por la luz, por los pajaritos… Nada de eso, la mayoría está fortaleciendo su suelo pélvico, controlando sus esfínteres y de qué forma…

         Le preguntamos por los posibles efectos adversos. Ella dijo que no había ninguno. Pero claro, como con todo hay que tener cierto cuidado. Y entonces contó la  historia de dos hermanas, amigas suyas, que seguían el tratamiento y que no daban un paso sin llevar sus bolas puestas. Y un día las invitaron a la inauguración de la  galería “El pincel de Rembrandt”. Allá que se fueron. Pero, totalmente entregadas a la jarana, no advirtieron que a una de ellas se le habían salido y habían ido a parar a su espalda, sobresaliendo sobre su escote. No sabe cómo pudo ocurrir tal cosa: un estornudo, una carcajada, un disparo al modo como lo hacen las disparadoras tailandesas (me niego a explicar esa técnica, para eso os buscáis amigas que hagan esas reuniones en sus casas).
         En la galería la gente la miraba sonriendo.
-- Es una exhibicionista- decían unos.
-- Se trata de una extravagante- decían otros.
-- Debe ser cosa de Jasmine (Jasmine era la dueña de la galería) y formará parte de la escenografía de la inauguración—comentaban los más benévolos.
         Cuando la hermana la alertó, sintió que su corazón se le salía del pecho. Tan ruborizada y nerviosa estaba que no cesaba de repetir:
--No es lo que parece, no es lo que parece… Me las mandó el traumatólogo. En serio…
         Pero la cosa es que las dos hermanas abandonaron la reunión social completamente avergonzadas.
-- Esto no debe ocurrir. Sólo es cuestión de tener cuidado, nada más, aseveró la experta.
         Estábamos todas de lo más entusiasmadas con el tema liberador. De modo que compramos nuestras cajitas y abandonamos la animada e instructiva reunión.

Y mientras volvía a mi casa imaginaba qué pericia demostraría Zapatero si regalara una cajita de bolas a cada mujer. Oye, a la hora de votar, lo que es por mí, ni votaría, la verdad es que me da grima. Y lo de los 400 euros no me he enterado si me los dieron o no. Pero otra cosa es lo de las bolas… Que viene el cartero, que te trae la cajita de parte del Zapatero y una es agradecida, que es de bien nacidos ser agradecidos, y lo votas, al menos va a mejorar tu calidad de vida y tu suelo pélvico. Imaginaba también los titulares de los periódicos, como si los estuviera viendo: Las bolas de Zapatero mejoran la calidad de vida de miles, qué digo de miles, de cientos de miles, qué digo: de millones de mujeres. Y es la envidia del resto, al Mariano ni se le ocurre (bueno, a él ni con bolitas). Imaginad al Sarkozy dándose con un canto en los dientes por no habérsele ocurrido a él primero. Y es que arrepentirte te has de arrepentir, como siempre, lo votas y luego dices: cielos, ¿qué he hecho? Pero al menos ahora sabes que te quedarán sus bolas. Algo es algo para como están los tiempos.
Pero hay algo que he leído hoy que me tiene mosqueada. El titular decía: Alonso espera mucho de su conducto F. Me he quedado de piedra y me he dicho: ¿a que éstos nos arruinan nuestra revolución? Yo que creía saber mucho sobre los hombres, resulta que no sé nada, que ahora tienen un conducto F y nunca lo dijeron, puede que hasta  lleven usando las bolas desde hace tiempo, no me extrañaría que se nos hayan vuelto a adelantar.

Bueno queridísimos voy a terminar la emisión (por el momento). Y la música de Diana Krall (casi ná) y de Petula Clark, que le chiflaba a Glenn Gould. Con ellas os dejo. Un abrazo para todos los colifatos.













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