jueves, 29 de marzo de 2012

Karajan

Funeral de Karajan


 El día resultaba bochornoso, ese calor que pone nerviosos a los austriacos. Una semana antes había muerto uno de sus ciudadanos más insignes que ya había sido enterrado en la intimidad. El domingo era el día solemne del funeral que tendría lugar en el Dom con la asistencia de los grandes de la música y... del pueblo.
Desde la muerte de Karajan, toda la ciudad se había llenado de crespones negros y grandes fotografías del maestro salzburgués. El rostro era inquietante, no aparecía muy favorecido, tenía algo de mefistofélico. Recuerdo que durante toda la semana pensé que pronto lo convertirían en chocolatinas como habían hecho con Mozart. La noticia había aparecido en primera página en todos los periódicos. Había uno con una enorme foto de Karajan de negro, en posición solemne de dirigir con un gran titular que todavía hoy recuerdo y que fue la forma en que me enteré de su muerte: Dios, por qué nos has abandonado?
Todo esto me había cogido por sorpresa porque yo andaba tras las pistas del recientemente desaparecido Bernhard. Se me fueron mezclando ambos. Recorrí el Salztkammergut hasta Gmunden y Ohlsdorf, el pueblo donde había vivido el escritor. Recordaba que en El sobrino de Wittgenstein Paul y el narrador, es decir, Bernhard, discuten a propósito de Karajan: "A Karajan lo he observado y estudiado durante decenios y es para mí el director de orquesta más importante del siglo", dice Bernhard.
Aquella mañana me acerqué al Dom sin ver ningún preparativo especial. Hubo una magnífica Misa de la coronación de Mozart y no demasiada gente. Todo se estaba preparando para la gran tarde. Por la tarde todo empezaba a moverse en la ciudad. Los salzburgueses salían de sus casas muy acicalados y muchos llevaban una sillita plegable. La muchedumbre fluía hasta el Dom un par de horas antes del inicio del funeral. Todo se había dispuesto para que la gente importante entrara por la puerta central, dejando las puertas laterales pour le peuple. De modo que la plaza se había llenado de dos enormes colas que conducían hasta las puertas de los lados. Por el centro entraba poco a poco la gente importante.
Aquello me resultaba insoportable y decidí irme "en la dirección contraria", buscando el lugar donde Bernhard decidió un día darse la vuelta. Me crucé con toda la Filarmónica de Viena, con los cantantes, con Ricardo Muti... Entré en el Festspielhaus donde habían dejado muy poca luz, un busto de Karajan y un libro de firmas. Vi un mendigo borracho que se reía de todo en la entrada de un túnel. Entré al cementerio de San Pedro y allí vi un entierro, alguien había osado morir ese día. Volví sobre mis pasos y cuando llegué al Dom ya no había nadie en la puerta. Entré, estaba lleno hasta los topes y la ceremonia todavía no había empezado. En un rincón vi un escalón vacío y me senté. Entonces empezó el Requiem y todo se me tornó irreal, me pareció vivir un momento sublime, de éxtasis. A medida que iba avanzando la misa, me parecía  estar en el Paraíso. ¡Cómo suena la Filarmónica en una iglesia!
Hasta hoy ya nunca he podido oír el Requiem de Mozart sin que vengan esas imágenes a mi mente, ha pasado a ser un recuerdo mágico y la emoción sigue a flor de piel.

Mozart: Requiem. Karajan.




domingo, 25 de marzo de 2012

Sostiene Tabucchi

Antonio Tabucchi


Vivir en las esquinas, nada del mundo anglosajón, el italiano en Lisboa, enamorado de Lisboa y de Pessoa. Demasiado reiterativo Pereira, sostiene, una y otra vez, infinitas veces...
La dama de Porto Pim, viaje a las Azores, caramba, una vez conocí una tipa de las Azores y siempre le decía "donde el anticiclón". Sí, decía ella. Estaba como una cabra esta dama, la del anticiclón, cosas del tiempo, de la meteorología, de Barniol. Pero bueno, de Tabucchi las ballenas azules, las que pasean por las Azores...
El juego del revés, relatos hermosos, sostiene Tabucchi. Antes con su bigotito como Faulkner, ahora no, nada de Mississippi, el Mediterráneo y la ventana al Atlántico.
Perdonen que no me reponga, pero acabo de oír la noticia de su muerte y aún no me lo creo. Todos los hombres son mortales, primera premisa, también segunda premisa, también la necesaria conclusión. Todo el mundo anda en muertes, vaya mierda!! Así es.
Pequeño Gatsby, enorme Pereira, creador de mundos imaginarios pero en lugares cálidos, cálido escritor, cálida persona. Yo también me pido Lisboa. Ciao Antonio, nos vemos...  

miércoles, 21 de marzo de 2012

Amor constante más allá de la muerte

Francisco de Quevedo


El poema de Valente remite a este bellísimo soneto de Quevedo:


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare al blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo

domingo, 18 de marzo de 2012

"Serán ceniza..."




Cruzo un desierto y su secreta
desolación sin nombre.
El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos 
de su materia o de su nada.

Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte, 
no estoy solo.

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.
Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.


José Ángel Valente: A modo de esperanza.

lunes, 12 de marzo de 2012

Mi Kindle y yo

Mi Kindle


En mi condición de fetichista llevo un montón de tiempo despreciando el libro electrónico. Que si "nada sustituirá mis queridísimos libros de papel", que "nada se interpondrá entre nosotros"... Es que no tengo remedio, lo mismo me ha pasado con casi todo lo nuevo electrónico, incluyo en el nivel más alto el ordenador. Años y lustros despreciándolo, muchísimo tiempo repitiendo eso de "en Internet no se navega, se naufraga", "yo no", "a mí eso no me va", "yo nunca"... La de chorradas desprestigiadoras que habré dicho, si es que es de confesionario. Y ahora no podría pasar sin mi ordenata, yo como mi abuela, ella se pasó media vida mirando la calle desde su ventana y yo miro el mundo desde mi windows.
No puedo imaginar ya mi vida sin mi kindle. Soy una redomada snob algo lunática. Me caí del caballo un día de animada conversación con un amigo.
-- ¿Te has comprado ya el ebook?
-- ¿Yo? Jamás de los jamases, le dije horrorizada de que me espetara esa sorprendente pregunta un fetichista bibliófilo como él. 
Para mi asombro empezó a desgranar razones, "no sabemos ya dónde meter tanto libro", "cada vez es más difícil leer las páginas amarillentas y las letras pequeñitas", "los viajes y el peso"... Yo lo oía y lo oía.
--¿Y qué?
-- Puedes aumentar el tamaño de la letra... Voy a comprarme uno.
Poco a poco me fue entrando el gusanillo de la duda que lleva a la convicción, en plan Descartes. Pensé que torres más altas habían caído empezando por él y que no perdía tanto si me compraba uno y luego no lo usaba, sólo para emergencias.
Me compré el Kindle pero seguí comprando libros de papel (si es que hasta me suena mal ya, pero qué requeteveleta soy), pensaba usar mi kindle sólo en los viajes. Lo miraba, lo tocaba, me empezó a gustar el tacto, la levedad. Empecé a leer una novela, luego otra. Descubrí que es estupendo para leer en la cama, tan ligero. Estoy leyendo como hacía tiempo que no lo hacía, con esa levedad que parece que flota en el espacio, con las páginas que no te cansan la vista, con ese tacto que te está pidiendo pasar página enseguida por lo voluptuoso que resulta para los dedos de ambas manos, adelante y atrás... La verdad es que no he tenido nunca un compañero de cama tan suave y tan sabio. Me gusta desnudo, la fundita se la pongo por la mañana sólo para protegerlo, para ir a la cama lo desnudo.
Además está el asunto del percance en la librería. Estaba hojeando un enorme y pesado libro de fotografías que a duras penas podía sostener cuando pasó al lado una especie de tanqueta culona que lanzó sobre mi pobre pie izquierdo toda la pila  (repito: toda) de libros de fotos de Marilyn, todos cayeron unos sobre otros y todos sobre mi pie izquierdo, además del enorme y pesado libro de fotografías que estaba leyendo... Me tuvieron que llevar al hospital para que me curaran el ataque de marilines, fue sonado.
Ahora, en plena postración y reparación de mi pie, valoro la levedad como una condición del libro. Si me hubiera caído mi kindle ni se habría enterado mi pie, aunque me habría partido el alma... Y si hubieran caído la misma cantidad de kindles que de libracos de papel, no me habría visto en esta postración. 
Contemplo mis libros de papel, los miro y me digo que pesan mucho. Y no digamos si saco de su estante Guerra y paz, en la traducción de Lydia Kúper, del Taller de Mario Muchnik. Lo tomo en mis manos y ya no siento la pasión que me cegaba. Ahora pienso en mi pie, en si se me cae porque pesa como varias marilines. No, yo sin mi Kindle, ya nada.

 Roy Orbison: Blue Bayou

lunes, 5 de marzo de 2012

Almendros en flor

Van Gogh: Almendro en flor

Ha dicho Albert (Barniol) que vuelve el frío, en un par de días nuevamente temperatura gélida. Me ha entrado el miedo en el cuerpo. Estaba atenta al ritmo natural, al campo lleno de brotes verdes y, en algunos lugares, florido. La belleza del paisaje me embargaba. Los árboles productivos, quizá menos poéticos que los silvestres pero más sufridos, habían empezado su floración... Observaba embelesada ese mudar de la naturaleza. Y ahora va Albert y anuncia frío.
El miedo que me atenaza es el del destino de los árboles florales, de los pájaros y de los brotes verdes, ¿qué será de ellos? Los pobres almendros son los auténticos sufridores de la humanidad, porque encima no se quejan, con el gusto que da quejarse y ellos, año tras año, rompiéndose, que parece que todo se rompe, hasta el Perito Moreno se rompe (dicen ruptura, pero creo que deberían decir rotura).
Yo también me rompo, tengo el karma por los suelos. 
Antes de que el frío les arranque el fruto he ido al campo y los he abrazado, a todos no, sería imposible pero a muchos sí. No sólo quiero abrazarlos, sino que quiero sentarme debajo de uno de ellos, y quedarme allí tiempo, mucho tiempo. Ya me gustaría que en plan Siddharta en busca de un necesitado satori. Mucho menos en plan Eloísa, aunque bien pensado, no es un mal destino. Como parece que el futuro depende del karma, me lo tendré que currar para, en la próxima, convertirme en un sufrido almendro.