lunes, 25 de junio de 2012

Luna de miel en Benidorm

Sylvia y Ted

"Tan pronto como divisé aquel pueblecito después de una hora de viajar en autobús a través de montes desiertos de arena roja, huertos de olivos y matorrales, todo tan típico, y vi aquel mar azul centelleante, la limpia curva de sus playas, sus inmaculadas casas y calles, sentí instintivamente, igual que Ted, que ese era nuestro lugar"...
Se lo contaba Sylvia Plath a su madre en Cartas a mi madre y parece que su impresión no se cumplió  porque, si atendemos a lo que dice después, ni las calles ni las casas fueron tan inmaculadas, ni aquello fue su lugar.
Sylvia y Ted llegaron a Benidorm en el verano de 1956 en su viaje de luna de miel. Se instalaron en un piso con vistas al mar, propiedad de la viuda Mangada. Después se trasladaron a una casa más retirada.
Acerca del piso de la viuda, Sylvia escribe en sus Diarios:
"Nuestra nueva casa es magnífica. No dejamos de maravillarnos de haberla alquilado para el verano por el mismo precio que la viuda Mangada nos cobraba por su ruidosa habitacioncita, baño sucio que no funcionaba bien, cocina infestada de hormigas (todo compartido con "les autres", unos españoles cochinos) y terrazas supuestamente con vistas al mar (más bien a las multitudes de mirones ruidosos que ocupan el paseo), que resultó ser  su característica más desagradable en lugar de la mejor". 
Se trasladaron a la casa en la que pasaron el resto del verano (estuvieron dos meses y medio en Benidorm) donde la poeta (nunca poetisa, por favor, poeta él, poeta ella, sin devaluaciones de la RAE) creía que iba a ser feliz. Pero no parece que lo fuera mucho. Primero acometieron una serie de reformas como la de instalar un retrete, un lavabo y una ducha, o sea, albañiles... A continuación dice que "todo marcha estupendamente. Estoy convencida de que va a ser la fuente, durante las diez semanas próximas, de un vivir y escribir llenos de creatividad".
El 23 de julio escribe: "Sola, profundizando. Sintiendo que las percepciones se ahondan en el fuerte olor de los geranios, la luna llena y la suavización del dolor, muy lejos de las tempestades superficiales, de quejas y alboroto. El dolor que penetra, que corta con la limpieza de una navaja de afeitar, y el acumularse de la sangre oscura"... "La discordia crece en la piel y la hace dura al tacto"... "Sentada en camisón y suéter en el comedor contemplando la luna llena, hablando con ella, con la discordia creciendo y llenando la casa como una planta carnívora".
No le fue bien la luna de miel a Sylvia Plath, no le fue bien  Benidorm, no le fue bien Ted, no le fue bien nada. Dicen que sufría un trastorno bipolar, como lo dicen de casi todo el mundo. Hay demasiada luz en Benidorm, demasiado calor, demasiada gente, la multitud del cuento de Poe. No comenzó bien el matrimonio y terminó peor.
Pocos años después Sylvia se levantó un día en su casa de Londres, preparó el desayuno a sus hijos y metió la cabeza en el horno hasta que el gas acabó con ella cuando sólo tenía 30 años. Su hijo Nicholas Hughes,  también hijo de Ted, se suicidó en Alaska en 2009. Assie Wevill, la mujer por la que Hugues abandonó a Sylvia se suicidó en 1963 después de una discusión con Ted. Lo hizo de la misma forma que Plath, pero llevándose consigo a la hija común con Ted. Demasiada muerte alrededor de este poeta guapo del que se enamoró Sylvia.
Leí los Diarios un verano en Benidorm, lugar del que salí huyendo al cabo de una semana. La multitud había crecido espantosamente.



Gloria Lasso: Luna de miel.

Dibujos de Sylvia Plath:

jueves, 21 de junio de 2012

Salmo 126, Vivaldi y Berganza








Nisi Dominus aedificaverit domum,
in vanum laboraverunt qui aedicant eam.
Nisi Dominus custoderit civitatem,
frustra vigilat qui custodit eam.
Vanum est vobis ante lucem surgere:
Surgite postquam sederetis,
qui manducatis panem doloris.
Cum dederit dilectis suis somnum,
ecce haereditas Domini, filii;
merces, fructus ventris.
Sicut sagitte inmanu potentis,
ita filii excussorum.
Beatus vir qui implevit
desiderium suum ex ipsis:
non confundetur cum loquetur
inimicus suis in porta.



Vivaldi: Nisi Dominus


Bernini: beata Ludovica Albertoni





viernes, 15 de junio de 2012

Bagdad café





Érase una vez el desierto. Un coche circula por la ruta 66. Un matrimonio discute en mitad del desierto de Mojave. La mujer sale del coche, deja al marido, toma su maleta y empieza a caminar hacia un destino incierto. Llega a un motel destartalado y allí empieza una nueva vida para ella y para todos los personajes. La amistad, las relaciones humanas, el modo como las acciones de unos afectan a los otros, el cuento, la alegría, la magia...todo convierte a la película en maravillosa.
Me gustan los desiertos y los mitos y en esta película se dan ambos. Por eso me gusta tanto. El escenario de este "fantástico" café está situado en plena ruta 66, en Newberry Springs, California, a unos 200 kilómetros de Los Ángeles.
La película muestra que allí donde hay amistad la vida no sólo es posible, sino deseable, incluso en el lugar más inhóspito. Consigue además que Jack Palance no sólo me sea simpático, sino que me guste. La música es maravillosa.
Seguí las peripecias de unas reporteras argentinas que cubrían la campaña electoral de Obama recorriendo la mítica ruta 66. Los argentinos tienen muchas lecturas, quiero decir que leen mucho. Salieron de Chicago y llegaron hasta Los Ángeles con muchas paradas a lo largo de la ruta para entrevistar a las gentes de la América más profunda, hay que ver cómo se montaron el trabajo las muchachas del diario Clarín. El caso es que una de las paradas con entrevistas incluidas fue en el Café Bagdad real. Terminaban el reportaje con escenas y música de la película. Yo me moría de envidia, mirá que hacer la ruta por trabajo, pero qué trabajo más lindo. Otros la hicieron antes, los personajes de Steinbeck y de Ford, los intelectuales descontentos de la generación beat On the road, las Harley Davidson y los canutillos y ahora los turistas, generalmente españoles, italianos y argentinos. Bueno, a partir de la peli, cada vez más gente, turistas mayormente.



lunes, 11 de junio de 2012

Para no morir de asco




Frans Hals. Tañedor de laúd


 "Si nos pinchan, ¿no sangramos?, si nos hacen cosquillas, ¿no nos reímos?, si nos envenenan, ¿no nos morimos?, y si nos humillan, ¿no nos vengaremos?".

W. Shakespeare, El mercader de Venecia.

Que esto no puede seguir así lo supe el día que decidí ir a un terapeuta. Es que hasta el homo erectus fue más rápido en alcanzar la verticalidad que yo. Era un pequeño paso para la humanidad pero un gran paso para mí. Así que elegí uno que no me viniera con muchos rollos y me fui hasta él. Le dije:
-- No puedo más, no hay nada de nada que me haga ilusión. Si le digo la verdad, el mundo me parece una mierda, por decirlo de una forma suave.
-- ¿Le gusta la televisión?
-- Nada de nada.
-- No, se lo decía por la cosa del fútbol. Ahora mucha gente que está en su situación se alivia con el fútbol y si encima gana la roja, el alivio es mayor. Pero si no le gusta el fútbol, lo tiene difícil.
-- Es que no sólo me aburre, sino que hasta me da asco, se pasan el tiempo escupiendo y sodomizándose.
El terapeuta se sonrojó,  quiero pensar que probablemente lo hizo porque le gustaba el fútbol.
Seguimos  hablando, se interesó por mis aficiones hasta que me dijo que lo mejor para salir de mi horizontalidad sería hacer un plan de conducta, cosas que debería hacer y cosas que debería evitar, una lista abierta para que poco a poco pudiera ir añadiendo cosas.
Con sinceridad, la terapia me va estupendamente. No voy a contar todo lo que me dijo, pero sí algunas cosillas:

Evitar:
Todos los informativos, de la televisión o de la radio o de la prensa. 
Mencionar y escuchar palabras tales como: recorte, rescate, banco, prima de riesgo y una larguísima lista que incluye un montón de nombres propios que no voy a decir para no ofender.
Casi toda la literatura, especialmente la rusa, la tragedia griega (especialmente), Coetzee, Bernhard... Para qué seguir, casi todo lo que me gusta. 
Casi toda la pintura, con especial atención al expresionismo, tanto al figurativo como al abstracto.

Hacer:
Concentración, meditación, relajación.
Ver y escuchar el dulce trino de los hermanos pajaritos, dibujar árboles y  pintar nubes.
Ver todos los cuadros del estupendo y elegre pintor Frans Hals una y otra vez.
Leer el Diccionario de las artes de Félix de Azúa, también una y otra vez. Leer a Chesterton.
Escuchar valsecillos vieneses, incluso me dio una lista de música de Vivaldi.
Al levantarme todas las mañanas, abrir la ventana, salir al balcón, saludar al hermano sol tarareando la canción Good morning starshine en la versión de Oliver.
Y más cosas, muchas más, mi lista se hace cada día más grande. Y así, poco a poco he vuelto a recuperar mi verticalidad perdida.






jueves, 7 de junio de 2012

Necesidad de la simpatía




Bertrand Russell


Siempre me ha conmovido este texto de Russell, que viene como anillo al dedo para el tiempo tan desasosegado que vivimos:

"Unido con sus semejantes por el más fuerte de todos los vínculos, el de un destino común, el hombre libre encuentra que siempre lo acompaña una nueva visión que proyecta sobre toda tarea cotidiana la luz del amor. La vida del hombre es una larga marcha a través de la noche, rodeado de enemigos invisibles, torturado por el cansancio y el dolor, hacia una meta que pocos pueden esperar alcanzar, y donde nadie puede detenerse mucho tiempo. Uno tras otro, a medida que avanzan, nuestros camaradas se alejan de nuestra vista, atrapados por las órdenes silenciosas de la muerte omnipotente. Muy breve es el lapso durante el cual podemos ayudarlos, en el que se decide su felicidad o su miseria. ¡Ojalá nos corresponda derramar luz solar en su senda, iluminar sus penas con el bálsamo de la simpatía, darles la pura alegría de un afecto que nunca se cansa, fortalecer su ánimo desfalleciente, inspirarles fe en horas de desesperanza".

Bertrand Russell, Misticismo y lógica.

Pues sí, la simpatía, en su sentido más etimológico, sinónimo de compasión, es tan necesaria que sería difícil entender la vida sin ella. Bello texto, afirmo, que diría el Blasillo.


Janis Ian- Tea and sympathy 


domingo, 3 de junio de 2012

Nos crecen los enanos





Velázquez: El bufón Calabacillas


La expresión completa es: "Monto un circo y me crecen los enanos". Se suele usar de forma abreviada, me crecen o le crecen los enanos. Viene a significar algo relacionado con la mala suerte. Uno monta un circo, incluye un espectáculo de enanos y los enanos, que no crecen, le empiezan a crecer. Es el colmo de la mala suerte porque el dueño del circo se arruina.
Hace años le oí contar a Elías Díaz, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, ahora emérito, una anécdota que me puso los pelos de punta. El gobernador civil de una ciudad española se había dirigido a él todo angustiado porque tenía un grave problema y el hombre no sabía cómo arreglarlo. Se había puesto de moda en las discotecas el lanzamiento de enanos. Apostaban a ver quien los tiraba más lejos. El atribulado gobernador le dijo que no tendría ningún problema en prohibirlo si hubiera sido contra la voluntad de los enanos, si hubieran sido forzados. Pero el problema es que estaban de acuerdo porque no tenían acceso a muchos trabajos y tenían la oportunidad de ganarse un dinero. Quería prohibirlo, pero el asunto no estaba contemplado por la ley y no sabía en qué basarse. Para el catedrático no era difícil la solución, se trataba un algo que concernía a la dignidad humana, por esa razón había que prohibirlo.
Creía yo que ésta era una anécdota de la España profunda (¿hay alguna que no lo sea?), cuando ayer mismo me contaron que es relativamente usual, en las golfas y aberrantes despedidas de solteros, encadenar un enano al novio todo el día y noche de la despedida y llevarse la llave para dejarlos todo el tiempo en una situación grotesca que suscite una maravillosa y refinada diversión.
Este es el país del que a veces me gustaría emigrar.
Escribía Umbral acerca de Velázquez: "los nobles necesitan cerca a los bufones enanos y meninas, por mejor contrastar su propia altivez, perfección (relativa) y resplandores. Pero Velázquez pinta un enano con la misma solemnidad, majestad e intención que si pintase una infanta o un príncipe".
 Si Velázquez levantara la cabeza, no creo que pudiera pintar infanta alguna con la misma dignidad de mi querido bufón calabacillas.
A partir de ahora descartemos y cambiemos esta frase por la de "Nos crecen los sinvergüenzas", incluyendo banqueros, políticos, realezas y toda clase de cantimpalos que han arruinado el país y los que hacen mofa de la discapacidad del prójimo. Dejemos en paz a los enanos.