lunes, 25 de julio de 2011

Lucian Freud

Freud: Autorretrato


Hiperrealismo. No sé bien qué significa esto. Tampoco sé por qué me parto de risa con el nombrecito, especialmente cuando se aplica al arte. Tal es el caso de la pintura de Lucian Freud. Pongamos un ejemplo cualquiera, sin ir más lejos el retrato que le hizo a su majestad británica (no entiendo por qué determinada gente se hace retratar por pintores que no sacan guapos). Si cuando su majestad se mira al espejo ve que es clavadita al retrato habrá que pensar dos cosas al menos: que se pasó con la beefeater la noche anterior o que, en un ataque de locura, se ha pasado con el maquillaje mezclando todos los tarros que guarda en su tocador.
Lucian Freud (aunque a él no le gustara) pertenece al linaje glorioso que surgió de la cópula de Sigmund y Martha. De su paleta terrosa ha surgido una de las mejores pinturas de la época.
La escenografía en la que se desarrolla su pintura es semejante a la de su abuelo. Vuelve al estudio cerrado típico del s. XIX. El abuelo utilizaba el diván para que sus pacientes desnudaran su psique en busca de viejos traumas edípicos, con atención especial al sexo implícito. Lucian es más explícito que el abuelo y sustituye el diván por viejas camas y sofás donde sus modelos posan desnudos.
En el lienzo va superponiendo una serie de capas pictóricas con pinceladas muy empastadas. Enfatiza el corte de planos para dar más tensión existencial y mayor efecto expresivo.
Los cuerpos desnudos están desprovistos de espiritualidad, quedan reducidos a la animalidad. Aunque podría establecerse un paralelismo con Ribera, en éste la tensión dramática del cuerpo desnudo busca la trascendencia espiritual.
La mayor conmoción que me produjo una exposición de Freud tuvo lugar el verano pasado en el centro Pompidou. No sé si fue la subida a la sexta planta de ese edificio que me marea o verme de repente, nada más entrar en la sala, rodeada de tanta carnosidad pero casi me desmayé. Me senté en el centro de la sala y entonces me fijé en un monsieur con sombrero blanco y cierto aire bohemio. También él estaba sentado, miraba a los asistentes y tenía una risa burlona. Me recordó al Bernhard de Maestros antiguos. Cuando me recuperé, pude dedicar toda mi atención a la obra de Freud y experimentar esa ambigua sensación de goce y desaliento.
Cuando salí, el hombre bohemio seguía sentado en el centro de la sala observando a todo el mundo y partiéndose de risa.



 Amy Winehouse: Will you still love me tomorrow



Freud: Autorretrato
F. Bacon y L. Freud

domingo, 17 de julio de 2011

Éxtasis en la ciudad

Leonardo: La dama del armiño
La cosa no puede pintar mejor. La baronesa apuesta siempre a caballo ganador y Antonio López es hoy un caballo ganador. Lejos de aquellos años de silencio y menosprecio, el tiempo ha consagrado al pintor y lo ha convertido en cotizado y deseado. Hace 17 años costó que le organizaran una exposición en el Centro Reina Sofía, decían que para pintar así ya estaba la fotografía, que era necesario seguir los caminos de la abstracción. Y así se le vilipendió y se le negó el acceso a los museos de arte contemporáneos. Antonio López nunca utilizó la fotografía como hacen tantos y han hecho. Su cámara es la minuciosidad, la búsqueda de la luz, el trabajo, el trabajo, el trabajo... De lejos sus cuadros parece que copien la realidad. Cuando nos aproximamos los vemos con manchas trazadas como con descuido... Algunos los muestra con gotazos e inacabados. Y no me refiero a los que se muestran en esta exposiciñon de la Gran Vía, que ahí se nota que están manifiestamente inacabados y colgados para que podamos apreciar su trabajo de creación. Lo malo de todo: la multitud, esperar una cola y ver cada cuadro entre un montón de gente. A mí lo que de verdad me molaría es ver su paleta en el momento mismo de la pintura. Lo veo minucioso, pero no hiperrealista como dicen, ni siquiera lo veo realista. Antes sí, cuando aquella exposición del 93, cuando lo tachaban de realista como si fuera un insulto. A mí ya me gustaba entonces y me sigue gustando ahora.
En el Prado sorpresa y eso es difícil porque casi nunca me sorprende, allí se va sobre seguro, como en las exposiciones temporales de la baronesa. El Prado permanente es nuestra gloria, pero el temporal a veces...
P. e. Ribera el joven, no me aporta nada nuevo, a pesar de ser uno de mis pintores favoritos. Sorpresa en la de No sólo Goya, que va sobre adquisiciones del museo de dibujos. Estupenda, una delicia.
Y la mayor sorpresa es la dedicada al paisaje, Roma. Naturaleza e ideal. Exquisita toda, pero con deleite especial en las numerosas obras de Claudio de Lorena. El pintor de atmósferas mágicas que a veces pueden contemplarse en la naturaleza. Un paisajista excelente, delicado... Naturaleza y cultura, a veces la atmósfera pintada es más gozosa que la real.  En una semana he apreciado un par de atardeceres con esa luz que tan bien crea y recrea el de Lorena. Aún recuerdo la exposición que organizó el Prado el verano pasado, Turner y los maestros. Cuadros del joven Turner junto a los grandes pintores a los que imitaba. Me daba la sensación de que la exposición podría haberse titulado: Los Maestros contra Turner, porque no había comparación entre un Turner y un Claudio de Lorena, qué bueno el francés y qué ramplón el inglés, claro que Turner estaba aprendiendo como yo ahora y ante el fracaso te puedes dar a la bebida o hacerte pionero de la abstracción como el inglés... Chapeau, monsieur Claude!. Una exposición abundante en cuadros y escasa de público. Para gozar a lo grande.
En el Palacio Real pintura dedicada al patrimonio artístico polaco, entre las destacables La dama del armiño de Leonardo, La niña en un marco de Rembrandt y un par de cuadros del maestro de las medias figuras femeninas. Una grandísima gozada, para entrar en éxtasis. 
Es muy loable el trabajo que viene haciendo la Fundación Mapfre. Exposiciones perfectamente seleccionadas y, excepto un par de veces, con poca gente, especialmente ésta dedicada al bello mundo del dibujo, La mano con lápiz, muy interesante. 
En la misma Fundación, también pueden contemplarse fotografías de Eugène Atget del viejo París.
Creo que hay que volver a verlo todo y recrearse y regodearse en la creatividad humana.




Claudio de Lorena: El arcángel Rafael y Tobías
El arcángel Rafael y Tobías (detalle)


sábado, 9 de julio de 2011

Médico de cabecera

Van Gogh: El doctor Gachet


A mamá no le gustan los médicos. Cuando se ha visto obligada a ir, muy pocas veces, lo ha hecho a disgusto y ha pasado olímpicamente de ellos. Toma lo que ella llama "su medicación": una pastilla de cloruro de magnesio, que ella misma se autorrecomendó, y su pastillita de ajo que toma tres veces al día por aquello de cuidar su tensión arterial. Una amiga le habló un día de su médico que a ella le iba muy bien, le dijo y le dijo y le dijo tanto que a las dos les daba una sonrisa picarona... Poco después dijo que se encontraba mal y quiso cambiarse al médico que le había recomendado su amiga. Hicimos las diligencias oportunas, concertamos fecha y nada más llegar a la sala de espera ya noté algo raro. Al principio no sabía qué era hasta que noté la ausencia de hombres, sólo había mujeres y sobre todo mujeres mayores. Pasaba ya una hora desde la concertada cuando me dirigí a una anciana con sonrisa beatífica que estaba sentada a mi lado y le dije:
-- Sí que tarda.
-- Sí -me dijo ella- pero da igual, es tan guapo... Y hay que ver lo bien que te atiende...
Cuando por fin llegó nuestro turno, la cara de mamá cambió y yo empecé a comprender. Salió un tío más que alto, más que un tío, una columna trajana. Llamó a mamá por su nombre, la acompañó hasta dentro de la consulta con una sonrisa generosa, empezó a hablar con ella y se olvidó de mi insignificante existencia. Yo lo miraba, miraba a mamá y veía cómo le cambiaba la cara. De mujer afligida por algún malestar -siempre transitorio- pasó a tener un rostro resplandeciente. Me sentí superflua, invisible, ni se fijó en mí. Hablaba con delicadeza, con un inteligente sentido del humor lleno de finura. Hablaban los dos de casi todo menos de enfermedad.
A partir de aquel día, mamá empezó a tener una serie de pequeñas molestias que requerían -decía ella- atención médica. A mí me apetecía acompañarla con mucho gusto. Empecé a acicalarme a ver si la columna se percataba de mi presencia. Lo malo de lo peor es que mi hermana también quiso acompañarla y me decía:
-- Es igual, no hace falta que vengas, ya la acompaño yo.
Con cierto fastidio le contestaba:
-- Mujer, tú tendrás cosas que hacer, ya voy yo.
Seguíamos así hasta que comprendíamos que no tendríamos más remedio que ir las dos. Un día llegó toda resplandeciente, llevaba puesto un vestido muy mono con unos colores que la favorecían mucho. Cuando estábamos en el garaje dije:
-- Esperad un momento que me he dejado las llaves del coche.
No era verdad. Lo que quería era cambiarme de ropa y buscar unas prendas que pudieran competir con my sister. Cuando bajé, la muy pícara me dijo:
-- Con que las llaves eh!
Allá que nos fuimos de punta en blanco a acompañar a mamá. De nada nos sirvió. Sólo tiene ojos y oídos para ella, a nosotras ni nos considera. Tienen muchas lecturas en común, hablan de Cortázar y Dostoievski como si fueran de la familia. Lo que más me fastidia es que cuando lo miro se me sube un rubor a las mejillas que ilumina todo mi rostro como si fuera un faro en la oscuridad con sólo pensar que me gustaría que fuera mi médico de cabecera. Ahora se llaman de familia, pero a mí me gusta pensar en lo de la cabecera, le va mejor a lo que pienso en ese momento. 
Todo da igual, mamá es la única que centra su interés. Ahora dice que en la próxima visita le va a regalar El idiota de Dostoievski, que da mucho juego y mucho tema de conversación... Mi sabia madre me ha dado una idea... Podría ir yo sola un día a agradecerle los progresos de mamá, le llevaría el libro y le diría que estoy tan fastidiada como Ippolite a ver si me hace caso de una puñetera vez. Sólo temo que se me haya podido adelantar mi sister (me consta que ha comprado una edición muy cuidada) y hacer un ridículo tan espantoso como Ippolite en su intento de suicidio...


Jaume Sisa: Quasevol nit pot sortir el sol 


Frans van Mieris: La visita del doctor


sábado, 2 de julio de 2011

El arte del cuento

Maestro Hemingway

Habrá pocos lugares en los que el cuento haya estado tan desprestigiado como en este país. Se dice con frecuencia:
-- Tienes más cuento que Calleja.
 Esta demoledora frase se ha venido usando desde hace mucho tiempo. Pone de manifiesto el desprecio que se ha tenido no sólo por el cuento sino también por don Saturnino Calleja, excelente editor de libros de cuentos para niños. Y sin citar a Calleja, también se dice en el mismo tono despectivo:
--¡ Sí que tienes cuento!
El cuento es uno de los géneros literarios más interesantes. En la tradición oral los niños escuchan las historias que les relatan los mayores con mayor o menor acierto. Hay gente que tiene mucho tino y deja boquiabiertos a quienes los escuchan. Se transmiten los cuentos de siempre o se inventan otros. Una abuela contaba a su nieto cada noche una historia distinta con un tren, ella y su nieto como protagonistas, viviendo cada noche una aventura distinta. El nieto deseaba ir cada noche a la cama para escuchar el relato que inventaba la abuela.
El cuento escrito es difícil, requiere técnica, oficio y sobre todo mucho talento. Aunque no todos opinan igual:
"Siempre he oído decir que el cuento es uno de los géneros literarios más difíciles; y siempre he tratado de descubrir por qué la gente tiene tal impresión respecto de lo que considero una de las formas más naturales y básicas de la expresión humana"
Flannery O'Connor: El arte del cuento.
Como cuenta García Marquéz, Hemingway, que es mucho mejor por sus cuentos que por sus novelas, escribió tres de los mejores (Los asesinos, Diez indios y Hoy es viernes) en la tarde de un 16 de mayo en una pensión de Madrid porque se había suspendido una corrida de toros (nevaba!!). 
Mi amigo Cide Hamete habla de los cuentistas más distinguidos. En todos los que han hecho su canon aparecen siempre tres nombres: Poe, Chejov y Maupassant. ¡Qué grandes son los tres! ¡Qué difícil es establecer ese canon, cualquier canon cuando lo que se deja es tanto y tan bueno!. En la banda derecha de este blog hay algunos cuentistas excelentes, aunque como los voy incluyendo un poco como vienen, faltan muchos.
Cide Hamete en su blog nombra varios hasta reducirlos a tres. ¿Cómo no estar de acuerdo? Aunque ahora me viene a la cabeza Gogol. ¿Cómo olvidar El capote o La naríz? Este mundo de la ficción corta es maravilloso.
Tengo un amigo que escribía cuentos pero de pronto se pasó al ensayo, ficción de la ficción, metaficción, como la ciencia y todo lo demás. Ordenó todos sus cuentos en carpetas, las miró y les puso como título:
-- Pero ¡cuánto cuento tienes!
Leí alguno de aquellos relatos y espero que algún día vuelva a ellos.
Pues anda que si yo os contara el cuento que tiene la Coli... Pero esa es otra historia...
Un recuerdo al maestro Hemingway que un día como hoy, hace 50 años, hizo mutis por el foro. Va por ti, Maestro!