lunes, 6 de febrero de 2012

El hermano lego







El hermano lego ha sufrido unos achaques en el último año. Lo cuenta en un paseo nocturno a un grupo de residentes del monasterio. Habla de la pareja de maestros que tuvo en su pueblo cuando era niño. Dice que eran unos ignorantes y que no sabe dónde habrían conseguido el título de maestros. Recuerda anécdotas.
La maestra le pregunta a una niña:
-A ver, ¿cuánto son dos y tres?
- Cinco, responde la niña.
- Mal, son sais, le dice la maestra enfadada.
Un día, al maestro, que era muy bruto, le colgaron un cartel en la espalda y muy enfadado dijo:
- ¿Quién me ha pusido esto en la esparda?
Al cabo de unos años se encontró con un antiguo compañero de escuela y empezaron a recordar aquella escuela rural a la que habían asistido.
-¿Te das cuenta? Así hemos salido nosotros.
El hermano lego se crece ante la risa del grupo que celebra sus relatos y trata de justificar su situación en el monasterio ahora que ya es mayor. Durante toda su estancia nadie se ha preocupado de que aprendiera, pues para su función bastaba poca formación intelectual. Ahora que ya está mayor y tiene achaques se le limitan sus funciones, sigue en la portería como siempre.
Luego se pone serio y cuenta una historia que había ocurrido poco antes. Algunos del grupo la conocían porque había ocurrido cuando ellos estaban en el monasterio. Un hombre de unos 40 años salió de su casa con la intención de suicidarse y estrellarse con el coche. El coche se le paró en mitad de la carretera, justo donde estaba el cartel que anunciaba el monasterio porque se había quedado sin gasolina. Estuvo en el monasterio un mes y -dice él- que se le curó la depresión y su vida cambió radicalmente.






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