viernes, 28 de enero de 2011

Animales fantásticos



 "En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la «Historia Universal»: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante, pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero si pudiéramos comunicarnos con una mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída por ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo. No hay nada en la naturaleza, por despreciable e insignificante que sea que, al más pequeño soplo de aquel poder del conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del mismo modo que cualquier mozo de cuadra quiere tener su admirador, el más soberbio de los hombres, el filósofo, está completamente convencido de que, desde todas partes, los ojos del universo tienen telescópicamente puesta su mirada en sus obras y pensamientos. Es digno de nota que sea el intelecto quien así obre, él que, sin embargo, sólo ha sido añadido precisamente como un recurso de los seres más infelices, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia, de la cual, por el contrario, sin este aditamento, tendrían toda clase de motivos para huir tan rápidamente como el hijo de Lessing. Este orgullo, ligado al conocimiento y a la sensación, niebla cegadora colocada sobre los ojos y los sentidos de los hombres, los hace engañarse sobre el valor de la existencia, puesto que aquel proporciona la más aduladora valoración sobre el conocimiento mismo. Su efecto más general es el engaño —pero también los efectos más particulares llevan consigo algo del mismo carácter".
 

NIETZSCHE, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.


 Poético y trágico... Siempre nos quedará la ficción... 

Colifatos: ¡celebremos las Saturnales!





E. Munch: Nietzsche














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sábado, 22 de enero de 2011

Sobreimpresión

Durand: El roble solitario


 Lo sabía. Estaba segura de que Giverny no podía traerme nada bueno. Es como cuando gozas de una buena fideuá, te das a la gula y comes todos los días hasta que te empachas y la aborreces. Y luego ves a la gente comiéndola y te entra como una náusea y no la puedes volver a ver porque siempre que lo haces te entra la misma náusea. Y no tienes más remedio que dejar de comer fideuá.
Lo mismo me ha ocurrido con el impresionismo. Tanta y tanta exposición me ha producido similar efecto (ay! os dejo un momento que me ha entrado...).
Ya estoy de vuelta. Si es que casi no puedo hablar de ello. Como os conté un día, con tanto cuadro visto acabé en Giverny y Giverny acabó conmigo. 
Y aun así (hay que reconocer que tengo empeño o que soy seducida por las proclamas de los mercachifles) volví a la impresión (que me da otra vez...).
El Pardo (uy! qué lapsus, queridos) El Prado, Pasión por Renoir . Pasión y Renoir (padre, no hijo). ¿Cómo no voy a dejarme seducir por semejante título? La Thyssen (de Tita, baronesa consuerte, con cargas familiares, con el niño grande y la milana bonita, y sin más remedio que lanzarse a lo comercial, cómo te comprendo Tita querida, que crecen los hijos y hay que alimentarlos) Jardines impresionistas. Pues lo mismo. La memoria flaquea, crees que ya tienes bien el estómago y allá que te vas. Pero el cuerpo ya no responde, ya no está para muchos trotes. Y después de muchas colas (es que no hay más que gente que quiere tener impresiones porque no las tiene en la vida real, yo una de ellas), entras al museo y tienes que abandonar la expo para retirarte al retrete que a primeras horas se puede visitar con cierta dignidad, antes de que haya entrado la muchedumbre, porque luego también te impresiona poderosamente pero sin flores, en otro plan.
Cuando salí me dije que se había acabado la pintura para mí, como espectadora y  como lo que sea que hago en la academia (lo siento por mi profe que está como un bombón y que le tengo aprecio, pero ya lo voy a relacionar con la fideuá). Ya sé que el Señor no me llamó por esos caminos (se lo digo a mi profe por más que él me diga que persevere) pero una conoce sus limitaciones. Por si fuera poco está lo del empacho, estoy harta y requeteharta de tantas flores, de tantos jardines, de tantos paisajes, de tantos colorines...
Andaba bastante depre con el estómago jodido. Como estaba cansada me senté en la iglesia del Señor de Medinaceli. Ahora que lo pienso, tal vez sea porque me viene de paso, porque está junto a varias tabernas gloriosas o por lo que sea, pero me veo un montón de veces sentada en esa iglesia del milagro al por mayor. Igual es significativo y el Señor sí me llamó por esos caminos ya que soy una oveja descarriada de toda la vida.
Cuando salí fuime a yantar. Después paseé de un lado para otro, como quien tiene una enorme desorientación. Los pasos me llevaron a la fundación Juan March (pirata como yo, pero a él no lo perseguiría la Sinde). Mira que soy obstinada, otra vez la pintura, otra vez el paisaje. Queridos, debió ser por el de Medinaceli, pero allí tuve una experiencia religiosa y me reconcilié de nuevo con la pintura y de la pintura, el paisaje. ¡Qué finura, qué gracia la de Durand! El tal Asher era un completo desconocido para mí. Pero la March no me ha fallado nunca. Si en ese momento de mi experiencia hubiera estado más cerca habría corrido hasta mi profe y me habría echado en sus brazos llorando y le habría pedido perdón por mi infidelidad y le habría dicho (mientras lo achuchaba) que seguiría perseverando porque había sentido allá, en la March, una llamada poderosa. Para árboles, los de Durand (sin olvidar a mi querido Friedrich).
Después me dije:
-- A ver si ha sido el vinito de la comida y no el Señor.
Y me fui a la Mapfre que tenía un programa muy americano y que tampoco me falla. Ni colas ni nadie (allá no tienen el niño grande ni la milana bonita). Gratis, esto siempre me ilumina. Y nuevamente experiencia religiosa. Era el Señor, sin duda, que se valía de la O'Keeffe, del Rothko (mira que suicidarse, es que no se puede leer a Kierkegaard), y de otros (un cuadro de Crawford que me recuerda a De Chirico) para mostrarme nuevamente el camino. Me vino a la mente mi querida Santa Teresa (ya casi puedo llamarte Tere, ya es hora de la confianza después de tanto tiempo):

Nada te turbe,
nada te espante,
La paciencia todo lo alcanza.

Me he saltado algún versillo para dejarlo más laico y estoico pero, como dice la santa, a perseverar se ha dicho...Y en esas meditaciones me encuentro ahora...



O'Keeffe: Ranchos Church
Stefan Hirsch: New York, lower Manhattan












Rockwell Kent: Azopardo river
R. Crawford: Boat and grain elevators

                 

lunes, 17 de enero de 2011

La vida sexual de las gallinas

Dalí: Niño mirando el nacimiento del nuevo hombre


En serio, no lo entiendo. Tantos años vividos y no fue hasta hace unos días que me vino el problema a la quijotera. Me encontraba comiendo un hermoso pollo campero. Son enormes  y cada uno cuesta como dos paletillas de cordero. Será pour le prix o por lo que sea pero me vinieron a la mente (por cierto, cada día más trastornada) unas preguntas acerca del pollo (campero, sin metáfora).
-- ¿Cómo surgen los pollos? ¿Cómo se reproducen las gallinas? ¿Qué hacen los gallos para tener hijitos amb las gallinas?
Sorprendí al resto de los comensales, en realidad eran unas preguntas que me hacía e iban dirigidas a todos y a nadie.
-- ¿Qué dices? --dijo uno de ellos.
-- Pues eso, que llevamos toda la vida comiendo estos animalitos y no sé nada de sus vidas.
Y a partir de ahí empezaron a surgir un montón de preguntas porque, queridos, antes de comerte algo o alguien (¿son "alguien" los pollitos?) debes saber algo de lo que te llevas entre dientes.
Existen varios grupos: pollos y su femenino, gallinas y gallos.Todos los pollos/as no llegan a gallos y/o a gallinas, pero hay muchos más que gallos y gallinas. ¿Ellas están siempre dándole al asunto? ¿De ahí que se diga "eres más puta que las gallinas"?
Contaba una persona que tenía determinados conocimientos sobre el asunto que cuando una gallina estaba "clueca" es que había sido montada y entonces se le retiraban los huevos para que los cuidara dándoles su calor de madre.
-- Pero ¿cómo se sabía el momento en que había ocurrido ello?
-- No se sabía.
Nos miramos asustados.
-- Entonces ¿puede que durante un tiempo comiéramos huevos con pollito? Bueno que creyéramos que nos estábamos comiendo un plato de huevo con patatas fritas y fuera en realidad un plato combinado, más combinado aún?
-- Puede.
 El terror se apoderó de mí (y del resto de los comensales). Se me abrieron las carnes. Porque también es una cuestión de huevos, de cuáles están o no fecundados y cuáles te puedes comer con absoluta tranquilidad y cuáles no. Me vinieron tantas y tantas preguntas...
-- ¿De quién dependen los pollitos, de mamá o de papá? ¿Quién pone las ganas?
-- No lo sé.
-- ¿Por qué hay tantos pollos y tan pocos gallos? ¿Cómo se lo montan con las gallinas? ¿Cuántos gallos para cuántas gallinas?
-- Vaya preguntas.
No me gustaba acosar a un invitado que no tenía respuestas para todo.
--Lo que sí recuerdo, dijo de repente, es que las gallinas no aguantaban mucho con sus huevos y había que ponerles una pava que eran mejores para empollar.
-- ¿Por qué?
-- Porque eran más tranquilas. Las gallinas siempre terminaban yéndose, sin embargo las pavas eran más fiables.
-- ¿Dónde se iban las gallinas?
-- Pues a su necesidad.
El experto se sentía incómodo. No había que seguir haciendo preguntas. Aunque yo necesitaba respuestas. Empecé a vislumbrar todo un mundo alucinante con una didáctica extraordinaria. Ni Esopo con toda su parafernalia. "Eres más puta que las gallinas". "Eres una pava". "Eres un gallito". Si todo el lenguaje cotidiano está lleno de estas sabidurías populares. Vamos que ni Orwell hace una alegoría mejor. ¿Qué digo Orwell? Ni siquiera Platón que era un experto en esto de las alegorías.
He estado considerando el mundo de las gallinas y he meditado sobre las diferncias entre las de corral y las industriales. He considerado asimismo la triste suerte de los pollos/as. Pero ahora me hago una pregunta que me inquieta: ¿dónde están los gallos? Porque éste es un mundo de mujeres y bebés. ¿Dónde se meten ellos? Puede que estén dándose contínuas bacanales en una serie infinita de orgías. Si lo hubieran decidido así  en una decisión de libre albedrío o hubieran sido llevados a ella en virtud del ciego impulso propio de su naturaleza, pues bien.
Pero ¿y si no fuera así? ¿Y si por cuestiones mercantiles se vieran obligados a cubrir a todas las gallinas para engendrar todos los pollitos (y pollitas, utilizaré el diminutivo para que no suene fatal). Entonces su vida sería más terrorífica encore que la de las pobres gallinas. Tener que montárselo siempre sin deseo, una y otra vez...
Son tantas y tantas las preguntas... Habré de hacer largas y solitarias meditaciones sobre el asunto en cuestión...



Eurythmics: There must be an angel





¡Colifatos unidos, jamás serán vencidos!




miércoles, 12 de enero de 2011

El tercer hombre


Orson Welles/ Harry Lime
Un recuerdo para esta fascinante película. Espléndida, genial, exquisita. ¡Qué derroche de talento! Orson Welles, Alida Valli, Joseph Cotten, Carol Reed (dirección), Anton Karas (música), Graham Greene (guión y novela)... De lo mejor que ha dado la historia del cine.
"No he llegado a conocer la alegre Viena de antes de la guerra con su música y su hechizo..." Así comienza esta película que me apasiona tanto.
La primera vez que fui a Viena la tenía presente en mis sueños. El Prater, la noria gigantesca. A medida que daba la lentísima vuelta en la noria, recordaba la película al mismo tiempo que contemplaba la ciudad. El tren con el que comienza la historia (qué forma más perfecta de llegar a Viena, a cualquier ciudad, a cualquier sitio), el cementerio (principio y final de la película, que deja solos a los muertos, pero mucho más a los vivos), el escritor de novelas baratas como El jinete solitario de Santa Fe que nadie conoce, salvo un vulgar soldado ("me gustan sus novelas porque me permiten seguir haciendo cualquier cosa"). La presencia de los niños: el primero que aparece es un delator que convierte en víctima a Holly Martins (Joseph Cotten); los últimos, enfermos y moribundos, víctimas inocentes, convierten en delator al mismo Holly. Los lapsus de Anna Schmidt (Alida Valli). Y su gato que, en la noche vienesa, se acerca  a unos pies escondidos en un portal, la luz que se enciende bruscamente e ilumina el rostro más apasionante, siniestro, sonriente, el de mayor cinismo erótico que conozco, el de Harry Lime (Orson Welles), el gran protagonista cuya ausencia está presente todo el tiempo. Realmente Welles se apodera de la película, es el dueño y señor. Y ya en la noria, la conversación de los dos amigos. Harry, desde lo alto y abriendo la puerta a Holly:
"¿Víctimas?. No seas melodramatico. Mira allá abajo: ¿sentirías compasión por alguno de esos puntitos negros si dejara de moverse?. Si te ofrecieran 20000 dólares por cada puntito negro que se parara, ¿me dirías que me quedara mi dinero o empezarías a calcular los puntitos negros que serías capaz de parar? ¡Y libre de impuestos amigo!". Y la bajar de la noria con el mayor cinismo: " Recuerda lo que dijo no sé quien: en Italia, en 30 años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerra, matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz y ¿cuál fue el resultado? ¡el reloj de cuco!"
Y todo el tiempo la música de Anton Karas...
Demasié... Esto es cine...






Joseph Cotten /Holly Martins





Graham Green




miércoles, 5 de enero de 2011

Rehacer la vida



No se oye otra cosa:
-- He rehecho mi vida.
La frase se repite hasta la saciedad, como tantas otras. Todo el mundo anda diciendo lo mismo. Cuando se divorcia, cuando tiene una ruptura sentimental (como si todas las rupturas no fueran sentimentales).
Yo trato de rehacer mi vida casi todos los días. Unos días como sin darme cuenta, me levanto y ¡zas! lo pienso fugazmente, sin trascendencia. Sin embargo otros me enmimismo en el llit y  me sumo en unas largas meditaciones sobre el asunto. 
Una de las veces en que más me sumo en estas largas meditaciones es la noche de fin de año que, caramba, parece que sea el fin del mundo. Esa nit soy una tradicionalista de cuidado porque tengo uno de mis rituales favoritos, aunque bastante inconfesable, pero ya que me pongo y no os veo, lo confesaré. Consiste en ver las campanadas en la tv y, lo que es peor, en el reloj de la Puerta del Sol. Es que me parece que si no, no vale. Uno de los problemas es cómo atinar a las campanadas sin ver el resto que no lo soporto, eso me supone algún que otro problema, como tener que zapear en el vacío constantemente, porque no soporto nada, sólo las campanadas a las que estoy habituada y totalmente entregada.
Cuando no puedo verlo, no sé, es como si empezara mal, no es lo mismo. Recuerdo una vez que estaba en París, en un hotel en Montparnasse. Como los franchutes no lo celebran igual, pues yo a mi ritual, al supermarché a comprar las uvitas y el champagne.
A l'heure pusimos la tv tan contentos dentro de nuestra chambre pensando en las campanadas con las uvas preparadas y vasos de plástico para el champagne. Pero nada, ni Puerta del sol ni rien de rien. Así que nos inventamos las campanadas (tiene su cosa) y a la rue, a dar un petit tour por la cité y a decir chorradas a tout le monde. Pero la cité estaba bajo 0 y vacía. Es que no había personne. Pasamos por la mismísima pared del cimetière de Montparnasse. Personne.
De regreso al hotel volvimos a encender la tv a ver si había marcha. Rien. Pero mira por dónde, encontramos a la hijísima de Camus hablando de papá y de un libro que iba a aparecer pronto, El primer hombre. Mi compa se durmió, pero yo me lo pasé estupendamente sin echar de menos las campanadas de siempre.
Si no es por un caso excepcional como éste, no me lo pierdo, ya lo he confesado, que mi trabajo me ha costado.
Este año, como resultado de mis meditaciones sobre cómo rehacer la vida me vino la necesidad de comprarme una nueva radio con la que compartir el llit. Me vendría ideal del todo comprar una pequeñita, algo así como MP o no sé qué, porque las otras más grandes, aparte de dejarte tarado el inconsciente (es que te duermes con ella y no te enteras, pero a saber qué mensajes entran), me deja hecho polvo este cuerpo sandunguero que acaba lleno de moratones, de hendiduras, hinchazones, hasta tal punto que cuando me miro en el espejo por la mañana me doy un buen susto, grito y me digo:
-- Pero ¿ésa soy yo?
La radio no te falla siempre que tengas la prudencia de tener pilas de recambio o el cargador a punto, no como otros...
Aunque creo que la mayoría de la gente entiende esto de forma distinta. Me da que cuando lo dicen se están refieriendo a que vuelven a follar, pero con otro.
La verdad es que me lo estoy planteando porque es una forma de verlo mucho más clara que la mía, sin tantas tonterías, van al meollo y ya está.


Amy Winehouse: Rehab


Amy Winehouse









¡Viva Radio la Colifata!
                
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