sábado, 12 de marzo de 2011

Esperando a Godot

Esperando a Godot


La luna hastiada de Shelley, los amigos del cuadro de Friedrich, que también la contemplan junto a un árbol, están en el origen de la obra de Beckett Esperando a Godot. Trata del absurdo, es decir, de la vida. Cuando Beckett la publicó en 1952, era un momento para no tener mucho que decir. La situación que había vivido Europa, con las chimeneas de Auschwitz aún humeantes, produjo la caída del viejo optimismo ilustrado. Cayeron las utopías y la confianza en el hombre y la humanidad. Sin posibilidad de redención no quedaba espacio para otra cosa que el desencanto.
Vivian Mercier dijo que Beckett "había llevado a cabo una imposibilidad teórica: un drama en el que nada ocurre, que sin embargo mantiene al espectador pegado a la silla. Lo que es más, dado que el segundo acto no es más que un remedo del primero, Beckett ha escrito un drama en el que, por dos veces, nada ocurre". Otro crítico dijo de la obra: "¡Nada ocurre, nadie viene, nadie va, es terrible!"
Transcurre en un escenario austero:  un páramo en el que  hay un camino y un árbol solitario.
Mientras esperan a Godot en la monotonía del páramo, dos mendigos, Vladimir y Estragón, tratan de mitigar su tedio y hastío en un diálogo delirante, deslabazado, corrosivo, de humor negro, sin alegría. La espera es interminable, los ha citado un tal Godot  al que ni siquiera conocen. No hay acción, no hay vida. Godot no viene, nunca vendrá. 
La obra es corrosiva, nihilista, ni una gota de esperanza. Lo específico del ser humano es el pensamiento, pero sólo produce muerte:

ESTRAGÓN.-Así, pues, ¿y si nos creyéramos dichosos?
VLADIMIRO.-Lo terrible es haber pensado.
ESTRAGÓN.-Pero ¿nos ha ocurrido alguna vez?
VLADIMIRO.-¿De dónde llegan esos cadáveres?
ESTRAGÓN.-Esas osamentas.
VLADIMIRO.-Eso es.
ESTRAGÓN.-Evidentemente.
VLADIMIRO.-Hemos debido pensar un poco.

Al final, se dicen el uno al otro:

VLADIMIRO.-Entonces ¿nos vamos?
ESTRAGÓN.- Sí, vámonos.
No se mueven. Telón.

Ha pasado mucho tiempo y aún seguimos respirando el aire viciado de Auschwitz, nos sigue asfixiando la atmósfera de aquel siniestro lugar.
Estamos unidos a Vladimiro y Estragón, tampoco nosotros vamos a ninguna parte y ya no esperamos a nadie. No nos movemos. Telón.


Giacometti: Un hombre caminando






Beckett por Cartier Bresson







No hay comentarios:

Publicar un comentario