jueves, 29 de agosto de 2013

Después de mí, el diluvio







  Aprés moi, le déluge.


Con estas palabras comienza su discurso Ippolit, un joven de 18 años a quien le quedan 18 días de vida a causa de su tisis. Ocurre el El idiota, la novela de Dostoievski. Ippolit es nihilista y con su confesión trata de llamar la atención sobre un grupo que se burla de él. Está fresco si cree que va a despertar la compasión de su público pues ya se ve que ese título, que denota fuerte dosis de narcisismo, no es lo más acertado para su propósito. Esa frase podía decirla cualquier persona de la cual dependen otros... es como decir sin mí no queda nada o nadie lo podrá tolerar. Está desesperado por su situación, realmente le queda poco, la gente le hace algún caso sólo porque está enfermo, pero no soporta su discurso. En realidad no sabe cómo afrontar su situación, está realmente desesperado.  "No podía comprender cómo la gente, teniendo tantos años de vida por delante, no sabía enriquecerse" "Cuánto soñaba, cuánto deseaba, con mis dieciocho años, que me echaran en mitad de la calle, sin trabajo, sin abrigo, sin un techo sobre mi cabeza, sin trabajo, sin un mendrugo de pan siquiera, sin familia, sin un solo amigo en la gran ciudad, hambriento, maltratado (¡tanto mejor!), pero sano, sano". Al final cuenta una pesadilla que tuvo en la que aparecía un asqueroso monstruo que no era sino una representación de su terrible enfermedad. Ippolit decide quitarse la vida, nadie lo cree, pero busca una pistola y se dispara, con tan mala pata que falla y no lo logra. Vuelve a despertar la hilaridad y el enojo de sus compañeros.
Es que Ippolit tendría que haber leído un libro de autoayuda, incluso el mismo Fiodor que no era la alegría de la huerta. Y si bien lo pienso, con una máquina del tiempo, que todo es posible, podría instalar una librería de estos libritos en la Perspectiva Nevski, para alivio de la literatura rusa, del alma rusa, incluso de la nariz de Gogol, a ver si se curaban de tanto y tanto pesimismo.
En otro momento le pregunta al princípe Mishkin cuál sería para él la forma más decorosa de morir para irse lo más virtuosamente posible. Mishkin le responde: "Pase de largo ante nosotros y perdónenos nuestra felicidad".
Desde luego que hay diversas formas de morir. Cuando estaba a punto de morir, Tolstoi dijo "no entiendo qué se supone que voy a hacer". Wittgenstein decidió no tratarse el cáncer que sufría, pensó que era mejor "dejar que la naturaleza siga su curso". Broyard dijo que lo mejor es estar vivo, lo primero que hay que conseguir es que la muerte te pille vivo. Pues eso, deseemos que nos pille vivos.

 
Regina Spektor- Après  moi  

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