Francisco de Quevedo |
"Si quieres ser famoso médico, lo primero linda mula, sortijón de esmeralda en el pulgar, guantes doblados, ropilla larga y en verano sombrerazo de tafetán. Y teniendo esto, aunque no hayas visto libro, curas y eres doctor; y si andas a pie aunque seas Galeno, eres platicante. Oficio docto, que su ciencia consiste en la mula.
La ciencia es ésta: dos refranes para entrar en casa; el ¿qué tenemos? ordinario venga el pulso, inclinar el oído, ¿ha tenido frío? Y si él dice que sí primero decir luego: "Se echa de ver. ¿Duró mucho?" Y aguardar que diga cuánto y luego decir: "Bien se conoce. Cene poquito, escarolitas; una ayuda". Y si dice que no la puede recibir, decir: "Pues haga por recibilla". Recetar lamedores jarabes y purgas para que tenga que vender el boticario y que padecer el enfermo. Sangrarle y echarle ventosas; y hecho esto una vez, si durare la enfermedad, tornarlo a hacer, hasta que, o acabes con el enfermo o con la enfermedad. Si vive y te pagan, di que llegó tu hora; y si muere, di que llegó la suya. Pide orines, haz grandes meneos, míralos a lo claro, tuerce la boca. Y sobre todo advierte que traigas grande barba, porque no se usan médicos lampiños y no ganarás un cuarto si no pareces limpiadera. Y a Dios y a ventura, aunque uno esté malo de sabañones, mándale luego confesar y haz devoción la ignorancia. Y para acreditarte de que visitas casas de señores apéate a sus puertas y entra en los zaguanes y orina y tórnate a poner a caballo; que el que te viere entrar y salir no sabe si entraste a orinar o no. Por las calles ve siempre corriendo y a deshora, porque te juzguen por médico que te llaman para enfermedades de peligro. De noche haz a tus amigos que vengan de rato en rato a llamar a tu puerta en altas voces para que lo oiga la vecindad: "Al señor doctor que lo llama el duque; que está mi señora la condesa muriéndose; que le ha dado al señor obispo un accidente", y con esto visitarás más casas que una demanda y te verás acreditado y tendrás horca y cuchillo sobre lo mejor del mundo".
Quevedo, Prosa festiva y satírica.
Un placer siempre leer a Quevedo. Le tenía especial inquina a médicos y judíos, pero también a cornudos, invertidos, calvos e incluso viejas (pobres viejas, qué culpa tendrían igual que los otros). En fin, una pluma maravillosa y un alma turbia.
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