Goya - Jovellanos (detalle) |
Mirar, apartar los ojos, cerrarlos para no ver. Taparse la cara y sin embargo mirar por los resquicios entre los dedos. Mirar lo que nadie antes ha visto. Mirar lo que todo el mundo tiene delante de los ojos y finge no estar viendo. Mirar las cosas y las caras comunes y ver en ellas algo que no puede ser real y sin embargo se sabe que es verdadero, aunque tenga el aire de una pesadilla, o precisamente por eso. Mirar lo que se sabe que está prohibido aunque ninguna norma explícita lo indique así. Mirar y no esconder la mirada: confesar que se ha mirado, hacer público lo que se ha visto, aunque nadie escuche o muestre interés. Mirar y desear no haber mirado y no olvidar ya nunca. Abrir los ojos en la oscuridad y distinguir poco a poco formas que se precisan en ella y que parecen sometidas a una rápida metamorfosis. Ver algo y cerrar los ojos apretando los párpados con la esperanza de que lo que se ha visto haya desaparecido cuando vuelvan a abrirse. Mirar deseando. Mirar con los ojos atrapados por el deseo y alimentando su tormento: se mira pero no se toca; se mira, pero lo que toca y acaricia la mirada no es la piel sino el aire. Proyectar una luz poderosa contra la oscuridad y hacer que los bultos o monstruos que parecían habitar en ella se disuelvan sin rastro. Mirar de cerca lo que es aceptado como indiscutible y verdadero, hasta sagrado, y descubrir un grosero simulacro.
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