martes, 14 de junio de 2011

Borges




Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges. Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire. ¿Qué horas son, Ireneo? El que agradece que en la tierra haya música. La cópula y el espejo son abominables porque multiplican el número de los hombres. El que descubre con placer una etimología. Lo había volteado un redomón. Dos empleados que en un café del sur juegan un silencioso ajedrez. Las muchas caras de un muerto en un largo velorio. El ceramista que premedita un color y una forma. Vi una esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada. No puedo imaginar el universo sin la interjección de Edgar Allan Poe. Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. Pierre Menard, autor del Quijote. El que acaricia a un animal dormido. Kilpatrick fue ultimado en un teatro. El que justifica o quiere justificar el mal que le han hecho. La pintoresca digresión y el gallardo apóstrofe. El que agradece que en la tierra haya Stevenson. No podía no matarlo, después de esa minuciosa deshonra.  El que prefiere que los otros tengan razón.
Fray Bentos, esas, Adrogué, personas, Aciago Demiurgo, que, Chacarita, se, Cábala, ignoran, Leopoldo Lugones, están, Cansinos Assens, salvando, Tigre, el, Máscara, mundo, Asterión.

 Nada más aterrizar en Buenos Aires un periodista alemán subió a un taxi y le dijo al taxista:
-- Lléveme a la calle Garay, a la casa donde está el Aleph.
--¿Cómo dice?
-- Que me lleve a la casa del Aleph. ¿Usted sabe dónde es, verdad?
El hombre siguió insistiendo una y otra vez  llevado por su deseo de ver el Aleph ante la perplejidad del taxista.
No recuerdo quién contó la anécdota porque, como dijo alguien, "nuestra mente es porosa para el olvido." Sé que fue en el curso de unas jornadas de literatura fantástica un año después de la muerte de Borges, a las que también asistía María Kodama. Según dijo quienquiera que fuera, se lo había contado el mismo taxista a quien le ocurrió. ¿Los taxistas porteños leen a Borges? 

Siempre leeremos a Borges, es inmortal a su pesar.


Tristán Bauer: Los libros y la noche 

Astor Piazzolla: Verano porteño 




Manuscrito del Aleph


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