jueves, 17 de febrero de 2011

El apagón






¡Cómo mola, queridos! Una pequeña acción precisa, coordinada, premeditada, voluntaria... Una pequeña acción que es nuestra lucha contra las tiranías ocultas, esos poderes que son cada vez más dominantes y menos visibles, que actúan desde la sombra pero con mucha eficacia y despotismo.
Y en la sombra hemos estado. Unos decían que 5 minutos, otros que media hora, otros que lo que fuera pero, eso sí, a las 10 pm. Encender velitas en los hogares, olvidarse de ese monstruo de la tv y charlar, charlar las familias, los amigos. Acción no violenta, cultivo de la amistad y el amor a la luz de las velitas.
Éste ha sido un apagón reivindicativo, de la lucha posible, no sé si la única, de la sociedad civil. Demostrar que aún somos alguien, que no estamos aletargados, que nos movemos, que nos queda ilusión y reivindicación.
Hay apagones y apagones. De todos, el que nos deja sin habla, es el eclipse. Se nos apaga la naturaleza. En los eclipses de sol hay algo muy extraño, inquietante, incontrolable, una noche ficticia. En los de luna también estremece ver nuestra propia sombra proyectada en el universo. Aunque existen los eclipses artificiales. O si no que se lo pregunten a alguien que conozco, cuyos hermanos le tapaban el sol con el dedo y él se moría de rabia. Lloraba y lloraba mientras sus hermanos le gritaban:
--¡Ahora te tapo el sol!
El niño se lo creía y algún trauma le costó no sólo porque la oscuridad asusta a los niños  sino también por el poder que vislumbraba en sus hermanos mayores, que les confería  una  superioridad  inmensa.
Incontrolables son los apagones urbanos, que unos aprovechan para cometer fechorías, mientras que otros los sufren en silencio temeroso. Ascensores parados entre dos pisos, calles en la oscuridad, tremendo.
Un apagón dejó helada a la población. Fue el apagón analógico. Duro, duro, especialmente en el campo, donde las personas sufren más aislamiento y dificultad para recibir ayuda. La gente veía con temor del Señor eso del apagón porque no sabía a qué atenerse. Cuando llegó, hubo quien se quedó así como ralentizado. Desesperación total, el silencio de Dios, sobredosis de mando sin saber hacia dónde zapear porque todo era negro. Y de repente, en una de esas casas de la desesperación, un viejo se levantó de su sillón, se dirigió hasta su almacén, tomó el hacha y destrozó la tv ante los gritos horrorizados de su anciana mujer.
-- ¡Toma, ya te daré yo apagón!
Los hospitales tratan de prevenir los apagones y tienen sus propios generadores. Pero una vez les falló todo, apagón general, generador que falla... Había en la UCI un recién operado del corazón a vida o muerte, se la estaba jugando, estaba que no le llegaba la camisa al cuerpo, tenía conciencia (cosa difícil, para los de los hospitales y para los paisanos), cuando oye a dos enfermeras que estaban  comentando:
-- Si no viene la luz antes de diez minutos, este señor se nos muere. 
Fueron los minutos más intensos, más trascendentes que el tal señor vivió en su vida. La luz llegó poco antes del plazo, del tiempo dilatado en el que había vivido el pánico.
Todas estas cosas recordaba la otra noche cuando me dirigía a apagar la luz. Llegué hasta el diferencial que está junto a la puerta de entrada, fui a darle al interruptor cuando sonó el timbre de la puerta. Abrí.
--Vaya sorpresa. Tú por aquí. Cuánto tiempo sin vernos.
El visitante imprevisto entró, apagué la luz y no sé cuánto tiempo duró mi apagón . Reconozco que soy una veleta y el apagón me ha cambiado, me he vuelto de nuevo vitalista, estoy que me como el mundo. Por tanto he decidido posponer la columna y el ascetismo. Decididamente la carne me llama bastante. Y en lo que a mí respecta, un apagón a la semana por lo menos. 
Ánimo colifatos, apaguemos las luces y encendamos la pasión... Reivindiquemos y amemos.








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