miércoles, 16 de mayo de 2012

El círculo cromático




Círculo cromático

El color es un enigma, siempre lo ha sido y, para el colmo, no existe. Hay algo llamado pigmentos  que cada hijo de su padre y de su madre los ve como los ve, según le va o según dice o según su propio sistema perceptivo. Por esa dificultad tan grande ha habido siempre gente sesuda que se ha dedicado a hacer largas meditaciones sobre el mismo, tal que Newton, Goethe o Wittgenstein. Buenas meditaciones, pero no tantas como hicieran falta, porque yo misma, por más que lo intento, no me aclaro. Y el caso es que me fascina, me siento como abducida por el color, lo siento con tanta intensidad que dedico gran parte de mi tiempo a tratar de entenderlo. Sé que para practicar cualquier arte hace falta mucha disciplina y paciencia. Me lo estoy tomando tan en serio que he decidido someterme a la dura y férrea disciplina. Hasta tal punto que, sabedora de que la base de todo cuanto se sabe del color está en el círculo cromático, me he confeccionado uno y lo llevo conmigo a todas partes, incluso a la cama, que ya dormir no puedo si no lo veo, se ha convertido en la última imagen de mi retina, y mi cama en un multimueble en el que hay de todo: el mismísimo círculo, el kindle (tan bello, pero en blanco y negro), la radio y un señor de marrón. En realidad no tengo una cama, sino una parafernalia. 
Me siento muy orgullosa de mi círculo, hay que tenerlo bien calibrado y el mío lo está, o al menos eso creía. Empecé con los primarios, a partir de ahí los secundarios y después los terciarios. Se repasa, se valora la intensidad, se va modificando hasta que tienes un círculo bien temperado, tan colorido él. Y cuando ya lo has ajustado, lo conviertes en tu compañero inseparable. Percibes el color de todo de una forma que parece que vas colocada por la calle, es como ver un constante arco iris.
Andaba en estas circunstancias vitales cuando un día vi otro círculo. "Está mal, no lo has calibrado bien". "Estará mal el tuyo, el mío me lo ha hecho el profe".
Esta circunstancia mermó la confianza que había depositado en mí por primera vez en mi vida. Decidí realizar una investigación. Y para no andarme con rollos, diré que no vi dos círculos iguales. Yo que creía haberme acercado a la idea de circularidad platónica, que estaba convencida de haber alcanzado un universal, caí de pronto en un escepticismo de tomo y lomo. Me hallaba, como decía Hume en la "estéril roca del escepticismo". 
Empecé a hacer más círculos y ninguno era igual a otro. Y cuando iba por la calle, los colores bailaban en un festín multicolor sin que lograra adivinar el color base a partir del cual se habían formado.
Para más inri, el señor de marrón se me fue haciendo gris marengo y un día, harto de mis vicisitudes me dijo en plan Gila: 
-- El círculo o yo.
-- Pues no sé, en serio, no sé. Desde luego son amores distintos y tú no tienes color.
Y se fue. Y ahora me encuentro en esa estúpida roca estéril, pero multicolor, casi añorando el blanco y negro.

Eric Clapton: Somewhere over de rainbow 





1 comentario:

  1. Es que eso de los colores es tan peculiar....Yo tenía un amigo que trabajaba en una imprenta y su trabajo era precisamente mezclar colores. Un día por casualidad descubrimos que era daltónico ¡Conociéndolo de toda la vida y no nos habíamos enterado!, tal era su habilidad para disimularlo. Y entonces le preguntamos “pero en la imprenta ¿cómo te las arreglas?” y nos contestó tan pancho que le iba preguntando a los compañeros de trabajo “oye a ti qué te parece si le añado un poco de este color, o mejor de este otro” Y sus compañeros tan agradecidos de ver que contaba con ellos. La carcajada fue tan grande que todavía no he olvidado esta anécdota después de treinta años.

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