domingo, 15 de enero de 2012

La muerte de Esquilo



Esquilo

De Esquilo, lo primero que me viene a la cabeza es el colegio, cuando teníamos que aprender tanto de memoria y nos hacíamos nuestros arreglillos, decíamos:"Eurípides, no te sofocles que te esquilo". Y de este modo tan poco trágico, recordábamos los nombres de los tres grandes clásicos.
El creador de la tragedia murió sin saber que predicaría con el ejemplo. Para escapar al vaticinio de que moriría aplastado por una casa huyó al campo. Un día estaba meditando cuando un quebrantahuesos hambriento que llevaba una tortuga y tenía que cascarla para poder meterle el diente confundió su calvorota con una roca y le arrojó la tortuga sobre su cabeza con tal ímpetu que acabó con el meditabundo. El pobre Esquilo murió a causa de ese hecho tan "fortuito". Vanamente trató de huir  de su destino trágico, como todos los personajes de las tragedias. Nadie puede escapar a la forza de su destino, él, mejor que nadie, debería saberlo. Los que llegaron después tuvieron motivos más que razonables para tomarlo por el auténtico y primigenio fundador de la tragedia. Es como si el padre del psicoanálisis no hubiera confesado su edipo, tendría menos credibilidad. Los padres, si quieren ser creíbles, no tienen más remedio que predicar con el ejemplo.
Y en el caso de Esquilo, ¿acaso una tortuga no va en su casita? Es más, consta de cuerpo y casa. ¿No podríamos decir entonces que murió aplastado por una casita aunque fuera en condiciones más cómicas que trágicas, y que su destino cruel al fin se cumplió de forma ridícula?
Y en nuestro caso, ¿acaso no nos ocurre algo parecido? ¿No hallamos en nuestra vida las formas tragicómicas, con más comedia unas veces, con más tragedia otras? Cualquier día llega el quebrantahuesos y el coscorrón y entonces, adiós muy buenas. Ahora toca la risa.


 Tosca: E lucevan le stelle 


Quebrantahuesos



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