Leonhard Euler |
Había una vez un matemático cuya vida estuvo plagada de numerosos infortunios y sin embargo fue feliz. Pocas penurias le fueron desconocidas pero no la dicha. Casi ciego, sentaba a alguno de sus hijos en sus piernas mientras trataba de resolver problemas, esos enigmas que atraen a las gentes que aman el saber. Uno de los problemas que resolvió fue el de los puentes de la ciudad de Königsberg.
El problema no lo había resuelto nadie y consistía en lo siguiente:
Dado el mapa de Königsberg, con el río Pregolya dividiendo el plano en cuatro regiones distintas, que están unidas a través de los siete puentes, ¿es posible dar un paseo comenzando desde cualquiera de estas regiones, pasando por todos los puentes, recorriendo sólo una vez cada uno y regresando al mismo punto de partida?
Mientras el matemático paseaba por San Petersburgo en busca de la solución al topológico problema, soñaba Königsberg, tan próxima. Su figura paseante, su gesto ausente eran semejantes a otro gesto ausente. El otro, el gran filósofo de Königsberg paseaba su ciudad y soñaba el mundo entero. Aunque no se conocían no se eran totalmente ajenos... Formaban parte de esa comunión de los santos que acerca a las almas grandes y nobles. El matemático arrastraba su ceguera y sus estrecheces. El viejo profesor, de regreso de sus clases en la (mezquina) universidad, arrastraba su doliente pierna y su joroba de vuelta a casa. En sus ojos brillaba la luz.
El matemático se llamaba Leonhard Euler y hoy se cumpen 306 años de su nacimiento.
El filósofo era I. Kant. Ambos alcanzaron la inmortalidad.
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