sábado, 28 de enero de 2012

La coma




Julio Cortázar escribía:

"La coma, esa puerta giratoria del pensamiento".


Lean y analicen la siguiente frase:

"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría a cuatro patas en su búsqueda".


Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer.
Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene.

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Desde luego hay que tener mucho ojo con los signos de puntuación. Recuerdo a un profesor de lengua que decía en sus clases:
- Cuidado, que no saben ustedes puntuar. No es lo mismo decir:

- ¡Señor! ¡Muerto está! ¡Tarde llegamos!
Que:
- Señor muerto, esta tarde llegamos.
De modo que ojo avizor.


Etta James: At last  

martes, 24 de enero de 2012

El oficio de escribir




 Morelliana 
¿Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de ese ritmo, escribo por él, movido por él y no por eso que llaman el pensamiento y que hace la prosa, literaria u otra. Hay primero una situación confusa, que sólo puede definirse en la palabra; de esa penumbra parto y si lo que quiero decir (si lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing, un balanceo rítmico que me saca a la superficie, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa y el que la padece en una tercera instancia clara y como fatal: la frase, el párrafo, la página, el capítulo, el libro. Ese balanceo, ese swing en el que se va informando la materia confusa, es para mí la única certidumbre de su necesidad, porque apenas cesa comprendo que no tengo ya nada que decir. Y también es la única recompensa de mi trabajo: sentir lo que he escrito es como un lomo de gato bajo la caricia, con chispas y un arquearse cadencioso. Así por la escritura bajo al volcán, me acerco a las Madres, me conecto con el Centro -sea lo que sea. Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose; tarea de pobre shamán blanco con calzoncillos de nylon.

Julio Cortázar: Rayuela, cap 82




jueves, 19 de enero de 2012

El fin del mundo.

 
Fueron amigas siempre. Su amistad comenzó en la infancia. Más tarde llegó el tiempo de los novios y de las bodas, de los hijos y de los nietos. Aunque las circunstancias las separaron en algún momento, siguieron compartiendo siempre el mismo destino. Llegó también el tiempo de la enfermedad y seguían compartiendo el mismo cariño. Murió una y la otra quedó destrozada, siguió recordando a su amiga querida. 
Ésa es la inmortalidad permitida, la de vivir en el recuerdo de la gente querida. Una brindó a la otra esa efímera inmortalidad. Hay profetas y voceros agoreros de toda laya que a diario predican el fin del mundo. Indican toda clase de "razones" y circunstancias por y en las que tendrá lugar. Tratan de inocular el miedo en una sociedad que vive en el temor perpetuo. Como si estuvieran ciegos y sordos y no se dieran cuenta de que el fin del mundo ocurre a diario. Ocurre cuando una persona muere, se intensifica cuando un número considerable de gente allegada desaparece y es total cuando ya no reconoce el paisaje humano de la ciudad en la que habita... Las mismas calles sí, pero otra gente desconocida las recorren,  las mismas casas pero otros habitantes. Y se queda sin referentes, sin nadie que la reconozca y le señale su propia identidad.


Skeeter Davis: The end of the world 




domingo, 15 de enero de 2012

La muerte de Esquilo



Esquilo

De Esquilo, lo primero que me viene a la cabeza es el colegio, cuando teníamos que aprender tanto de memoria y nos hacíamos nuestros arreglillos, decíamos:"Eurípides, no te sofocles que te esquilo". Y de este modo tan poco trágico, recordábamos los nombres de los tres grandes clásicos.
El creador de la tragedia murió sin saber que predicaría con el ejemplo. Para escapar al vaticinio de que moriría aplastado por una casa huyó al campo. Un día estaba meditando cuando un quebrantahuesos hambriento que llevaba una tortuga y tenía que cascarla para poder meterle el diente confundió su calvorota con una roca y le arrojó la tortuga sobre su cabeza con tal ímpetu que acabó con el meditabundo. El pobre Esquilo murió a causa de ese hecho tan "fortuito". Vanamente trató de huir  de su destino trágico, como todos los personajes de las tragedias. Nadie puede escapar a la forza de su destino, él, mejor que nadie, debería saberlo. Los que llegaron después tuvieron motivos más que razonables para tomarlo por el auténtico y primigenio fundador de la tragedia. Es como si el padre del psicoanálisis no hubiera confesado su edipo, tendría menos credibilidad. Los padres, si quieren ser creíbles, no tienen más remedio que predicar con el ejemplo.
Y en el caso de Esquilo, ¿acaso una tortuga no va en su casita? Es más, consta de cuerpo y casa. ¿No podríamos decir entonces que murió aplastado por una casita aunque fuera en condiciones más cómicas que trágicas, y que su destino cruel al fin se cumplió de forma ridícula?
Y en nuestro caso, ¿acaso no nos ocurre algo parecido? ¿No hallamos en nuestra vida las formas tragicómicas, con más comedia unas veces, con más tragedia otras? Cualquier día llega el quebrantahuesos y el coscorrón y entonces, adiós muy buenas. Ahora toca la risa.


 Tosca: E lucevan le stelle 


Quebrantahuesos



martes, 10 de enero de 2012

Dios y los relatos

Roberto Juarroz


Tomé mi parche de pirata, me lo coloqué lo mejor que pude y entré en el blog de Cidehamete, donde siempre se encuentra algo bueno que piratear. El resultado de ese abordaje es esta maravillosa historia que ahora edito. Nosotros, piratas inconformistas que sólo abordamos lo bueno, somos gente honrada.

Cuando el gran rabino Israel Baal Shem-Tov creía que se tramaba una desgracia contra el pueblo judío, tenía por costumbre ir a concentrar su espíritu en cierto lugar del bosque; allí encendía un fuego, recitaba cierta plegaria y el milagro se cumplía: la desgracia quedaba rechazada. Más adelante, cuando su discípulo, el célebre Maguid de Mezeritsch tenía que implorar al cielo por las mismas razones, acudía al mismo lugar del bosque y decía: "Señor del Universo, préstame oído. No sé cómo encender el fuego, pero todavía soy capaz de recitar la plegaria". Y el milagro se cumplía. Más adelante, el rabino Moshe- Leib de Sassov, para salvar a su pueblo, iba también al bosque y decía: "No sé cómo encender el fuego, no conozco la plegaria, pero puedo situarme en el lugar propicio y esto debería ser suficiente". Y esto era suficiente. También, entonces, el milagro se cumplía. Después, le tocó el turno al rabino Israel de Rizsin de apartar la amenaza. Sentado en su sillón, se tomaba la cabeza entre los brazos y hablaba así a Dios: "Soy incapaz de encender el fuego, no conozco la plegaria, ni siquiera puedo encontrar el lugar en el bosque. Todo lo que sé hacer es contar esta historia. Esto debería bastar". Y esto bastaba. Dios creó al hombre porque le gustan las historias.

(relato jasídico tomado de la conferencia Poesía y realidad de Roberto Juarroz)


jueves, 5 de enero de 2012

La biblioteca oculta





Siempre he leído un poco compulsivamente llevada por ese determinismo tontorrón de que un libro te lleva a otro libro, de lecturas sugeridas o recomendadas, de una apetencia arbitraria. Total, que siempre acabo en los rusos, que forman parte de lo mejor de la literatura, pero como que me acabo cansando, que tampoco son la alegría de la huerta. Lecturas buenas sí son, pero ya se me estaba yendo la emoción, sacaba el libro del estante así como resignada, bueno, a leer...
Un día tomé una decisión que cambió mi vida. ¿Por qué no introducir el azar? Se me ocurrió una nueva forma de lectura, luego he sabido que también afecta y no poco a la decoración, ¿por qué no jugarme al azar el libro que iba a leer? Sólo tendría que cambiar la disposición de los libros en las estanterías. Muy animada por la nueva idea, incluso podría decir que entusiasmada, saqué todos los libros y los fui colocando al revés con los lomos pegados al fondo de la librería, los cambié todos, los dispuse sin orden ni concierto, ni autores, ni temas, ni tamaño, nada que los hiciera reconocibles, son muy enigmáticos los libros al revés, resultan muy, pero que muy peculiares, y  tan extraños...
Empecé así a leer al azar y descubrí lo mucho que mola. De hecho, el nuevo sistema (por llamarlo de alguna forma) me ha devuelto la pasión por la lectura. Ahora no sé qué libro seguirá a otro. Anoche me tocó un Balthus, sus memorias. Cómo disfruté, no pude acostarme hasta que lo terminé ya entrada la madrugada. Ahora mismo acabo de sacar El diario de un seductor de Kierkegaard que no es que sea un libro feminista, pero sé que cuando vuelva a leerlo trataré de olvidar toda esa misoginia que envuelve la cultura.
El sistema tiene sus inconvenientes, pero asumo el riesgo, es como una especie de ruleta rusa porque no me deshice de algunos libros que ahora me darían grima. Andan sueltos algunos "sartres" que si me salen tendré que leerlos con bicarbonato. El único que reconozco, incluso al revés, es Guerra y paz, siempre lo miro de reojo y reconozco que me hago trampa y me digo que lo voy a releer algún día, pero que ahora estoy precisamente con la ruleta rusa y ya se sabe, lo que toca, toca...
Me he vuelto muy selectiva en las nuevas adquisiciones. Le pido a alguien que me los coloque donde quiera. Yo no miro, no sé, no quiero saber. Con un poco de suerte me saldrán pronto y si no a apechugar con lo que toque, que con algunas excepciones (colarse siempre se cuela algún truño) siempre será bueno. La verdad es que estoy disfrutando de lo lindo.


Duke Ellington: Take the "A" train