Roberto Juarroz |
Tomé mi parche de pirata, me lo coloqué lo mejor que pude y entré en el blog de Cidehamete, donde siempre se encuentra algo bueno que piratear. El resultado de ese abordaje es esta maravillosa historia que ahora edito. Nosotros, piratas inconformistas que sólo abordamos lo bueno, somos gente honrada.
Cuando el gran rabino Israel Baal Shem-Tov creía que se tramaba una desgracia contra el pueblo judío, tenía por costumbre ir a concentrar su espíritu en cierto lugar del bosque; allí encendía un fuego, recitaba cierta plegaria y el milagro se cumplía: la desgracia quedaba rechazada. Más adelante, cuando su discípulo, el célebre Maguid de Mezeritsch tenía que implorar al cielo por las mismas razones, acudía al mismo lugar del bosque y decía: "Señor del Universo, préstame oído. No sé cómo encender el fuego, pero todavía soy capaz de recitar la plegaria". Y el milagro se cumplía. Más adelante, el rabino Moshe- Leib de Sassov, para salvar a su pueblo, iba también al bosque y decía: "No sé cómo encender el fuego, no conozco la plegaria, pero puedo situarme en el lugar propicio y esto debería ser suficiente". Y esto era suficiente. También, entonces, el milagro se cumplía. Después, le tocó el turno al rabino Israel de Rizsin de apartar la amenaza. Sentado en su sillón, se tomaba la cabeza entre los brazos y hablaba así a Dios: "Soy incapaz de encender el fuego, no conozco la plegaria, ni siquiera puedo encontrar el lugar en el bosque. Todo lo que sé hacer es contar esta historia. Esto debería bastar". Y esto bastaba. Dios creó al hombre porque le gustan las historias.
(relato jasídico tomado de la conferencia Poesía y realidad de Roberto Juarroz)
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