El Newman que yo soñé |
Cuando Stendhal visitó Florencia en 1817, a la salida de la Santa Croce tuvo una especie de vahído, se encontró algo rarillo y, en vez de tomarse un gelato, Henri-Marie se dejó llevar por ese repentino ataque de pánico y escribió sobre él. Más recientemente una listilla psiquiatra italiana bautizó con el nombre de Síndrome de Stendhal a una serie de síntomas que sufrían algunos turistas en la ciudad de Florencia. Esta grandiosa cursilada tiene muchísimos seguidores mayormente, supongo, por la cosa literaria y romántica. En las veces que he visitado la ciudad, que han sido unas cuantas, no sólo no me ha pasado, sino que me he sentido requetebién en medio de tanta belleza, con mis gelato y mis birritas.
Otro síndrome la mar de cursi es el llamado Síndrome de París, que les pasa a los japoneses que parece que tienen que volver inmediatamente a su tierra porque se encuentran fatal en la capital francesa. Se lo inventó un psiquiatra japonés. Todo lo contrario que a mí que me sienta estupendamente esa divina ciudad.
Menos cursi y más contundente me parece a mí lo que le pasó a una señora en Manhattan. Según contó un amigo de Paul Newman, paseaban los dos por la 5ª Avenida y se cruzaron con una señora que tenía puestos los ojos en el bello Newman. Al momento oyeron un ruido sordo, como de algo que cae. Se volvieron y vieron a la señora desplomada en el suelo. Eso sí que es un síndrome de "verse sobrepasado por la belleza", no solo la comprendo sino que me identifico con ella. Te cruzas con esa belleza y te puede pasar de todo, o te echas en sus brazos y le dices que te haga suya, o te desplomas.
Pero siguiendo con el asunto de los museos, creo yo que padezco un síndrome que padece mucha más gente, especialmente los vigilantes que tienen que estar todo el día presenciando determinados adefesios porque es su trabajo. Yo lo llamo el Síndrome de que te cagas a causa de las ganas que te entran de salir corriendo del museo y buscar el trono más próximo. Me pasa cuando visito un museo de arte contemporáneo o alguna exposición temporal que me parecen un espanto. A mí me da en plan apretón, cosa que me viene muy bien para combatir el estreñimiento, pero he hablado con trabajadores del museo, les he preguntado cómo podían resistir esas espantosas obras y me confiesan que no pueden, que tienen que salir de vez en cuando a vomitar, que con determinados artistas incluso los jefes los comprenden y que no está mal visto tomarse un par de días para salir al campo.
El Síndrome de que te cagas no me pasa sólo en los museos, qué más quisiera, me pasa también paseando por las ciudades cuando encuentro un adefesio. Por ejemplo, cruzando una plaza con una horrorosa y hortera fuente en medio.
Por lo menos si solo fuera en un museo o en una galería de arte, mi síndrome lo tendría más controlado, pero anda que en cualquier calle, en cualquier esquina...
Vikki Carr - It must be him
Vikki Carr - It must be him
Totalmente de acuerdo con las urgencias que genera el susodicho síndrome. Un abrazo, Cidehamete.
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