lunes, 22 de julio de 2013

Francesco



 
Francesco


 Andaba metida en una fumatilla, navegando por el proceloso mar de internet, mayormente leyendo la prensa-on-line cuando apareció en el periódico un rótulo urgente: fumata blanca en el Vaticano.
-Anda, otra fumata, me voy a la tele a ver qué nos depara el sinuoso destino vaticanista.
Y yo que soy menos papista que el papa, me fui a la tv. Y con mi fumatilla veía la fumata vaticana. Sí, habiamus papam, pero no se sabía quién aparecería por aquella ventana. Y cuando apareció él me quedé de piedra. Lo dijeron bien claro: jesuita, argentino y seguidor de Francesco de Asís. En serio, no me lo pude creer, un papa a mi medida, yo que no soy nada papista y tenía muy buena pinta, por lo menos brillaba menos que el resto. Pensaba que igual aún había alguna esperanza de que las cosas cambiaran y también pensaba que como era tan poco papista, casi me daba igual. 
- No va a pasar nada, me dije, esto no es más que un espejismo a causa de mi fumatilla, de todas formas si quiere no le van a dejar, pero buena pinta sí que tiene.
Y el tiempo ha ido pasando. Y este argentino ha ido haciendo cosas terribles para la curia, ha empezado por arrojar a los mercaderes del templo, ha empezado a hacer una limpieza de pederastas, ha acudido adonde estaban los inmigrantes de las pateras... La lista es larga, muy larga, tanto que el poder vaticanista ya le está tendiendo trampas.
- Joder, me lo van a matar, como al otro de un palito, me lo van a quitar de enmedio. Eso me digo ahora que ya soy más papista que el papa, que  parece más que papa un hombre bueno.
El catolicismo sin Estado, sin banca o al menos con banca clara, saneada, fuera los pederastas, los mercaderes fuera del templo... Si es que lo que tal vez quiera este hombre bueno sea volver al primitivo y genuino cristianismo, a los dos valores esenciales: el amor y el perdón. El resto sobra casi todo, es burocracia. Acabar con el enjambre corrupto y ponerse a la marcha.
Que no me lo toquen, que me van a oír...


Bobby Solo - Una lacrima sul viso 



lunes, 15 de julio de 2013

Canetti y los libros


Canetti en el Mont Ventoux

Elías Canetti nació en 1905 en Rustschuk, Bulgaria, en el seno de una familia de judíos sefardíes. Su familia se trasladó a Viena, ciudad en la que Canetti vivió buena parte de su vida. Berlín, Londres y Zurich fueron otros tantos lugares de la vida del escritor.
Los ancestros de Canetti procedían del pequeño pueblo de Cañete, en la provincia de Cuenca, de donde fueron expulsados por su condición de judíos en el siglo XV. Cuando Canetti recibió el premio Nobel de Literatura en 1981, los vecinos de Cañete reclamaron su presencia pero, según cuenta Mario Muchnik en Lo peor no son los autores, ante su pregunta de cuando vendría a España, le contestó:
- No, no puedo ir a España, no tengo tiempo. Tengo mucho trabajo, ¿comprende? La gente de Cañete ha sido muy simpática. Cañete es el pueblecito de donde venimos los Canetti. Me han enviado una invitación, el alcalde, buena gente, no sé cómo decirles que no puedo. ¿Me haría usted el favor?
- Cómo no, dígame qué quiere que les diga.
- Que estoy muy viejo y que tengo mucho que hacer, pero por favor, sea amable con ellos, no permita que se enfaden conmigo. Le daré la carta que me mandaron, pero por favor, haga una fotocopia y devuélvamela, porque me gustaría conservarla, el pueblecito de Cañete...
Canetti fue un gran amante de los libros como Peter Kien, el protagonista de Auto de fe.

"No me arrepiento de esas orgías de libros. Me siento como en la época de la expansión para Masa y poder. También entonces todo sucedió por aventuras con libros. En Viena, cuando no tenía dinero, gastaba todo lo que no tenía en libros. En Londres, en los peores momentos, conseguía, contra viento y marea, comprar de vez en cuando libros. Nunca he aprendido nada sistemáticamente, como otra gente, sino por excitaciones súbitas. Siempre empezaban con que mi mirada caía sobre algo que tenía que poseer fuera como fuera. El gesto de coger, la alegría de tirar el dinero por la ventana, el transportarlo a casa o al local más próximo, el contemplar, acariciar, hojear, el guardarlo durante años, el momento de un nuevo descubrimiento cuando las cosas se ponían serias -todo esto es parte de un proceso creativo cuyos detalles secretos desconozco. Pero en mi caso nada sucede de otro modo, y por lo tanto tendré que comprar libros hasta el último instante de mi vida, sobre todo cuando sé con seguridad que nunca los leeré.
Creo que es también parte de la rebeldía contra la muerte. Nunca quiero saber qué libros entre esos se quedarán sin leer. Hasta el final no está determinado cuáles van a ser. Tengo libertad de elección, puedo elegir en cualquier momento entre todos los libros a mi alrededor, y por ello tengo en mi mano el curso de la vida".

E. Canetti, Apuntes


Schubert - La muerte y la doncella



domingo, 7 de julio de 2013

El silencio y la palabra



George Steiner

Steiner es un brillante erudito y crítico, además de un prolífico escritor. Ha debido aprovechar muy bien su tiempo para una obra tan extensa. Ha sido profesor en diversas universidades de prestigio. Es de destacar su condición de judío, hecho muy relevante en su obra. Profesa un escepticismo con respecto a la situación de la literatura del último siglo. El texto que sigue es extraordinario y pertenece a uno de sus primeros libros, editado años después por Siruela. Extraterritorial es la condición de exilio y multilingüísmo a que se vieron sometidos tantos escritores. Se centra en Nabokov, Beckett y Borges.
 
"De modo que reconocemos la existencia del otro y nuestra propia existencia mediante un intercambio lingüístico. Todo diálogo es un ofrecimiento de reonocimiento mutuo y una estratégica redefinición del ser. El Ángel nombra a Jacob al final de su larga batalla. La Esfinge obliga a Edipo a nombrarse, a conocerse como hombre. Nada nos destruye más certeramente que el silencio de otro ser humano. De ahí proviene la insensata furia de Lear hacia Cordelia y la profunda observación de Kafka cuando dice que varios hombres han sobrevivido al canto de las Sirenas, pero ninguno a su silencio".

G. Steiner,  Extraterritorial. Ed. Siruela.


Vivaldi - La notte