jueves, 31 de enero de 2013

Una mirada a Oriente




Nicolás Roerich


Un guerrero samurai fue a ver al maestro Hakuin y le preguntó:
- ¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a uno y al otro? ¿Por dónde puedo entrar?
Hakuin le respondió con una pregunta:
- ¿Quién eres? - le preguntó Hakuin.
- Soy un samurai -le respondió el guerrero-, un jefe de samurais. Hasta el Emperador mismo me respeta.
Hakuin se rió y contestó:
- ¿Un samurai tú? Pareces un mendigo.
Sintiendo su orgullo herido, el samurai desenvainó su espada y, ya estaba a punto de matar a Hakuin, cuando éste le dijo:
- Ésta es la puerta del infierno.
Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo su espada en su cinto, y Hakuin dijo:
- Y ésta es la puerta del cielo.

Tradicional zen



sábado, 26 de enero de 2013

Un día en la vida de un profesor de secundaria

 


Friedrich - Monje a la orilla del mar

He recibido esta crónica de las tribulaciones de un profesor que conozco y que todavía ama su profesión. Corren malos tiempos para la lírica...


 Empieza la mañana con un control de lectura en 1º de ESO. Tras conseguir sentar a los muchachos (faena que puede tomar entre cinco y ocho minutos), y también que guarden el libro de lectura, se reparte el examen. A levanta la mano para una aclaración sobre la primera pregunta. Tras la respuesta del profesor contesta en voz alta –inevitablemente, para todos los presentes- a la pregunta. El profesor – que soy yo- le invita a abandonar la clase, aunque puede llevarse el examen y terminarlo en el puesto de guardia. El alumno abandona el examen sobre su mesa y se marcha dando un portazo. Más tarde volverá con la directora, a quien le ha referido solo parte de lo ocurrido (no lo relacionado con el portazo) a recoger su examen para completarlo a solas.
Como el control es breve, algunos alumnos terminan a mitad de la clase. Les indico ejercicios que pueden hacer. Casi ninguno lleva el libro de la materia (“como había control”). Les insto a que saquen material de otra materia, pero prefieren hablar con los compañeros. Recuerdo que estamos en un examen (les resulta muy difícil entender que en un examen hay que guardar silencio). Al rato veo que B, que ha terminado, está girada hablando con C, que todavía está haciendo el examen, y va todavía por la segunda pregunta. Se lo retiro. No protesta.

domingo, 13 de enero de 2013

Si quieres ser famoso médico




Francisco de Quevedo

Don Francisco de Quevedo ha poseído el mayor ingenio, el más sarcástico y mordaz de la literatura española. Dirigió su aguijón contra todo lo que se le pusiera por medio. A juzgar por el texto, no parece que estimase en mucho a los médicos, ni tampoco a todos aquellos que buscan al médico fijándose más en su apariencia que en su ciencia. He aquí un divertido texto sobre cómo llegar a ser un médico famoso y reconocido:

"Si quieres ser famoso médico, lo primero linda mula, sortijón de esmeralda en el pulgar, guantes doblados, ropilla larga y en verano sombrerazo de tafetán. Y teniendo esto, aunque no hayas visto libro, curas y eres doctor; y si andas a pie aunque seas Galeno, eres platicante. Oficio docto, que su ciencia consiste en la mula.
La ciencia es ésta: dos refranes para entrar en casa; el ¿qué tenemos? ordinario venga el pulso, inclinar el oído, ¿ha tenido frío? Y si él dice que sí primero decir luego: "Se echa de ver. ¿Duró mucho?" Y aguardar que diga cuánto y luego decir: "Bien se conoce. Cene poquito, escarolitas; una ayuda". Y si dice que no la puede recibir, decir: "Pues haga por recibilla". Recetar lamedores jarabes y purgas para que tenga que vender el boticario y que padecer el enfermo. Sangrarle y echarle ventosas; y hecho esto una vez, si durare la enfermedad, tornarlo a hacer, hasta que, o acabes con el enfermo o con la enfermedad. Si vive y te pagan, di que llegó tu hora; y si muere, di que llegó la suya. Pide orines, haz grandes meneos, míralos a lo claro, tuerce la boca. Y sobre todo advierte que traigas grande barba, porque no se usan médicos lampiños y no ganarás un cuarto si no pareces limpiadera. Y a Dios y a ventura, aunque uno esté malo de sabañones, mándale luego confesar y haz devoción la ignorancia. Y para acreditarte de que visitas casas de señores apéate a sus puertas y entra en los zaguanes y orina y tórnate a poner a caballo; que el que te viere entrar y salir no sabe si entraste a orinar o no. Por las calles ve siempre corriendo y a deshora, porque te juzguen por médico que te llaman para enfermedades de peligro. De noche haz a tus amigos que vengan de rato en rato a llamar a tu puerta en altas voces para que lo oiga la vecindad: "Al señor doctor que lo llama el duque; que está mi señora la condesa muriéndose; que le ha dado al señor obispo un accidente", y con esto visitarás más casas que una demanda y te verás acreditado y tendrás horca y cuchillo sobre lo mejor del mundo".

Quevedo, Prosa festiva y satírica.

The Carpenters - Close to you

martes, 8 de enero de 2013

Baroja y Kant




Gustav Klimt - El árbol de la vida


Pío Baroja (1872-1956) representa una parte de la mejor literatura española, de la pesimista generación del 98. Fue médico e incluso panadero. Una de sus mejores novelas es El árbol de la ciencia, en la que se describen las tribulaciones del joven Andrés Hurtado, como el mismo Baroja, también un médico que se cuestiona no sólo su profesión, sino su lugar en el mundo. Hurtado, como Baroja, ha leído a Kant y a Schopenhauer. He aquí una forma de consolarse con la filosofía de Kant:

"-No; no sólo es absurdo, sino que es práctico. Antes para mí era una gran pena considerar el infinito del espacio; creer el mundo inacabable me producía una gran impresión; pensar que al día siguiente de mi muerte el espacio y el tiempo seguirían existiendo, me entristecía, y eso que consideraba que mi vida no era una cosa envidiable; pero cuando llegué a comprender que la idea del espacio y del tiempo son necesidades de nuestro espíritu, pero que no tienen realidad; cuando me convencí por Kant que el espacio y el tiempo no significan nada; por lo menos que la idea que tenemos de ellos puede no existir fuera de nosotros, me tranquilicé. Para mí es un consuelo pensar que, así como nuestra retina produce los colores, nuestro cerebro produce las ideas de tiempo, de espacio y de causalidad. Acabado nuestro cerebro, se acabó el mundo. Ya no sigue el tiempo, ya no sigue el espacio, ya no hay encadenamiento de causas. Se acabó la comedia, pero definitivamente. Podemos suponer que un espacio y un tiempo sigan para los demás. Pero ¿eso qué importa, si no es el nuestro, que es el único real?"

Pío Baroja, El árbol de la ciencia.


Walker Brothers - The sun ain't gonna shine anymore