lunes, 24 de septiembre de 2012

Otoño





Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Ésos no ven la obra profunda de la hora, 
la labor del minuto y el prodigio del año.
Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!

Rubén Darío, De Otoño

Felicidad a quienes gozan de esta bella estación, cuando el campo se viste de hermosura, y que, como al árbol, un huracán agite nuestro corazón.


Eric Clapton - Autum leaves


jueves, 20 de septiembre de 2012

Kiki




Man Ray - El violín de Ingres

 Alice Prin, más conocida como Kiki de Montparnasse, llegó a París e hizo bueno aquello de "me pongo el mundo por montera". Se lo puso mucho aquella muchacha pueblerina que se relacionó con los grandes artistas de la primera mitad del siglo XX, pintores, escritores, fotógrafos, poetas...
Fue la modelo más importante y solicitada de los años veinte, muchos artistas encontraron en ella su fuente de inspiración, la pintaron y la fotografiaron.
Vivir intensamente, especialmente la noche, acostarse después de la salida del sol, eso le gustaba a Kiki. Vaya nombre que se puso y que tanto le conviene en el castellano más coloquial que bien servida se fue de señores al más allá, que sí, Kiki, que lo que se han de comer los gusanos, que se lo coman los humanos...
 En 1924 abrieron en Montparnasse un centro nocturno que no cerraba nunca, el Jockey. Fue uno de los lugares que no dejó de frecuentar, incluso actuaba allí, fue la reina del Jockey como lo fue de Montparnasse, como de La Coupole, inaugurada en 1927.
Uno de sus amores fue Man Ray que la fotografió repetidamente. Una de las fotografías más famosas y comentadas fue El violín de Ingres, en la que homenajeaba al pintor. Fotografía emblemática, retocada y ampliamente conocida. Man Ray rindió un homenaje a Ingres e inventó el dadaísmo. Kiki y él trabajaron y retozaron en el barrio de Montparnasse, llegaron a vivir en el hotel Istria, donde también sde alojó Duchamp y un montón de bohemios, en la rue Campagne-Première, al lado del pasaje d'Enfer y del cementerio de Montparnasse. En una habitación de este hotel, Kiki y Man Ray también discutían, Kiki le preguntaba qué es lo que significaba para él. De ahí surgió el Violín de Ingres. Salieron del hotel, en el número 29 y se dirigieron al taller de Ray en el número 31. Ahí surgió la fotografía y Ray le dijo a Kiki que era su stradivarius favorito.
Kiki vivió la gloria y la miseria. Se bebió la vida y murió pobre y víctima del exceso. Le gustaba decir que a ella le bastaban una cebolla, un trozo de pan y un buen vaso de vino. Bien poco para la que fue reina de los lugares más emblemáticos de Montparnasse, La Closerie des Lilas, La Rotonde, Le Dôme, The Jockey, La Coupole...
Hemingway dijo de Kiki: "reinó en esta era de Montparnasse con mucha más fuerza de la que nunca fue capaz la reina Victoria a lo largo de toda su existencia".

Kiki de Montparnasse


Kiki



miércoles, 12 de septiembre de 2012

Nietzsche y la belleza



Vermeer - Vista de Delft

En serio, que hay otras formas de percibir la belleza que no sea en plan síndrome, que no hace falta que te de en plan turulato. Si ya lo dice Nietzsche:

 "La especie más noble de la belleza es aquella que no arrebata de repente, que no hace ataques tempestuosos y embriagadores, sino que se filtra despacio, que lo lleva a uno consigo, casi sin ser advertida, y que le vuelve a salir al encuentro en un sueño, pero que, al final, después de haberse posado largamente en nuestro corazón con sencillez, toma completa posesión de nosotros y llena nuestro corazón de lágrimas y nuestro corazón de anhelo".

F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia. 

O sea, que la cosa va poco a poco y luego te da una cosilla bastante leve. Creo que lo de Stendhal en Florencia pudo deberse a varias razones:

A) En Florencia hace mucho calor.

B) En la Santa Croce hay demasiadas tumbas.

C) No llevaba un valium en el bolsillo.


Joao Gilberto - s'Wonderful


martes, 4 de septiembre de 2012

El síndrome de Stendhal



El Newman que yo soñé

Cuando Stendhal visitó Florencia en 1817, a la salida de la Santa Croce tuvo una especie de vahído, se encontró algo rarillo y, en vez de tomarse un gelato, Henri-Marie se dejó llevar por ese repentino ataque de pánico y escribió sobre él. Más recientemente una listilla psiquiatra italiana bautizó con el nombre de Síndrome de Stendhal a una serie de síntomas que sufrían algunos turistas en la ciudad de Florencia. Esta grandiosa cursilada tiene muchísimos seguidores mayormente, supongo, por la cosa literaria y romántica. En las veces que he visitado la ciudad, que han sido unas cuantas, no sólo no me ha pasado, sino que me he sentido requetebién en medio de tanta belleza, con mis gelato y mis birritas.
Otro síndrome la mar de cursi es el llamado Síndrome de París, que les pasa a los japoneses que parece que tienen que volver inmediatamente a su tierra porque se encuentran fatal en la capital francesa. Se lo inventó un psiquiatra japonés. Todo lo contrario que a mí que me sienta estupendamente esa divina ciudad.
Menos cursi y más contundente me parece a mí lo que le pasó a una señora en Manhattan. Según contó un amigo de Paul Newman, paseaban los dos por la 5ª Avenida y se cruzaron con una señora que tenía puestos los ojos en el bello Newman. Al momento oyeron un ruido sordo, como de algo que cae. Se volvieron y vieron a la señora desplomada en el suelo. Eso sí que es un síndrome de "verse sobrepasado por la belleza", no solo la comprendo sino que me identifico con ella. Te cruzas con esa belleza y te puede pasar de todo, o te echas en sus brazos y le dices que te haga suya, o te desplomas.
Pero siguiendo con el asunto de los museos, creo yo que padezco un síndrome que padece mucha más gente, especialmente los vigilantes que tienen que estar todo el día presenciando determinados adefesios porque es su trabajo. Yo lo llamo el Síndrome de que te cagas a causa de las ganas que te entran de salir corriendo del museo y buscar el trono más próximo. Me pasa cuando visito un museo de arte contemporáneo o alguna exposición temporal que me parecen un espanto. A mí me da en plan apretón, cosa que me viene muy bien para combatir el estreñimiento, pero he hablado con trabajadores del museo, les he preguntado cómo podían resistir esas  espantosas obras y me confiesan que no pueden, que tienen que salir de vez en cuando a vomitar, que con determinados artistas incluso los jefes los comprenden y que no está mal visto tomarse un par de días para salir al campo.
El Síndrome de que te cagas no me pasa sólo en los museos, qué más quisiera, me pasa también paseando por las ciudades cuando encuentro un adefesio. Por ejemplo, cruzando una plaza con una horrorosa y hortera fuente en medio. 
Por lo menos si solo fuera en un museo o en una galería de arte, mi síndrome lo tendría más controlado, pero anda que en cualquier calle, en cualquier esquina... 

Vikki Carr - It must be him