lunes, 30 de julio de 2012

F. Kafka - Ante la ley



Franz Kafka

Un cuento magnífico de Kafka que incluyó Ernesto Sábato en Cuentos que me apasionaron:

Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta ante este guardián y solicita que le permita entrar en la ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarle entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
-Es posible -dice el portero-, pero no ahora.
La puerta que da a la ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se ríe y le dice:
-Si tanto es tu deseo, haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo soportar su aspecto.
El campesino no había previsto estas dificultades; la ley debería ser siempre accesible para todos, piensa él; pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba larga de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse a un costado de la puerta. Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia, el guardián mantiene con él breves conversaciones, le hace preguntas sobre su país y sobre otras muchas cosas, pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y para terminar, siempre le repite que todavía no puede dejarle entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Éste acepta todo, en efecto, pero le dice:
-Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo. Durante esos largos años el hombre observa casi continuamente al guardián. Se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años temerariamente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible ante la puerta de la ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de estos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte endurece su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado con el tiempo, para desmedro del campesino.
-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián- Eres insaciable.
-Todos se esfuerzan por llegar a la ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?
-Nadie podría pretenderlo, porque esta entrada era solamente para ti. Ahora mismo voy a cerrarla.


Piazzolla - Verano porteño





lunes, 16 de julio de 2012

Hopper. ¿La soledad era eso?



E. Hopper - Autorretrato

Ha pasado mucho tiempo desde que la Fundación Juan March organizara en 1989 una exposición sobre Edward Hopper. Fue una exposición muy tranquila, se podía visitar sosegadamente (hasta donde la pintura de Hopper permite el sosiego), al menos solitariamente.
Ahora el Museo Thyssen ha organizado otra tan publicitada como llena de gente a rebosar y mucha algarabía, ya se sabe que lo que se anuncia se vende. La gente convertida en muchedumbre, sin reclinatorio y profanando constantemente el lugar de culto, hablando a voz en grito. Además con una sorpresa final espantosa desde mi punto de vista, una especie de montaje como si de una falla se tratara por la que pasé lo más rápidamente que pude. Pero Hopper es Hopper y el pintor de la soledad se ha convertido en multitudinario, y sus cuadros en portada de libros y publicidad. A pesar de estos inconvenientes, siempre vale la pena verlo aunque sea a hurtadillas.
Las cosas que más me gustan de Hopper son: el punto de vista y la luz. Su punto de vista es originalísimo. El enfoque y la perspectiva son muy personales. Hubo otros antes que él, sin ir más lejos el propio Degas, pintor al que el americano rendía culto y por eso no es casual encontrar un lienzo del francés en la exposición.
Al mirar los cuadros de Hopper, tengo la sensación de que la luz no es reflejada sino inventada. No veo ese estudio científico de la luz que puede contemplarse en los cuadros de los impresionistas o de Antonio López. Parece una luz que no entra de la calle o que no es natural. Es una composición de luces y sombras muy peculiar, llena de hechizo.
Me gustan los personajes que muchas veces son tomados de espaldas al pintor y al espectador, como en tantos cuadros de Friedrich, dentro de unas formas a veces geometrizadas. Los rostros mirando hacia abajo envueltos en sombras, los ojos  son manchas que miran sin ver, miradas perdidas. Personajes que están en otro lado, como de paso, no se sabe qué esperan, qué leen, qué quieren.
Tres pintores nacieron en la misma década: Hopper (1882), Mario Sironi (1885) y De Chirico (1888). Tal vez ni se conocieron, pero hay mucha relación entre ellos. Esos lugares tan intemporales, tan congelados, tan metafísicos.
Hopper sentía atracción por el coche que lo llevaba por los paisajes de su país, lo recorría una y otra vez, haciendo bosquejos y pintando en el coche. Varias veces viajó a Nuevo Méjico. También le fascinaba el tren, las estaciones... Viajó en una ocasión desde París a Madrid en un viaje de 28 horas.
Aprendió en Europa, sobre todo en París, también en Holanda y una vez en España, donde visitó Toledo, Madrid, el Prado para ver a sus pintores como Velázquez y Goya, que se encontraban entre sus favoritos. También asistió a una corrida de toros que le espantó. Sólo vio belleza en la salida del animal a la plaza. 

John Hiatt - Cry love 


Hopper - Mar de fondo



martes, 10 de julio de 2012

Dar gato por liebre




Durero - Liebre

Tuve un amigo que, cuando era estudiante de medicina, quiso dar una lección a uno que se las daba siempre de gourmet. Invitó a varios estudiantes a una cena en su casa. Por la mañana salió a cazar un gato callejero. Con el felino hizo una paella con la que homenajeó a sus comensales. Todos alabaron las excelencias del sabroso guiso, incluso el gourmet. Cuando acabó la cena, de la cual mi amigo había dado cumplida cuenta, sacó la cabeza del gato en una bandeja. Lo que sucedió a continuación es facilmente imaginable. Y es que no es difícil que en ocasiones nos pueda ocurrir algo semejante. La expresión sería: "dar gato por liebre". Dice Iribarren:

"Engañar en la calidad de una cosa por medio de otra inferior que se le asemeja. "Engañar en la calidad de una cosa", dice el Diccionario.
Antiguamente se decía Vender el gato por liebre.
Así lo consigna Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana (1611), cuando dice en la palabra "gato":
Vender el gato por liebre: engañar en la mercadería; tomado de los venteros, de los cuales se sospecha que lo hacen a necesidad y echan un asno en adobo y lo venden por ternera. Debe ser gracia y para encarecer cuán tiranos y de poca conciencia son algunos".
Quevedo escribe en  El alguacil alguacilado: "Un mohatrero dijo que él se condenaba por haber vendido gato por liebre, y pusímoslo de pies con los venteros, que dan lo mismo".
Acerca de esta locución citaré lo que dice Bastús en La Sabiduría de las Naciones (2ª serie, pág. 49):
"Parece que antiguamente había una fórmula, especie de conjuro, con la que los viajeros creían cerciorarse de si la pieza que el ventero les presentaba en la mesa era liebre o conejo, gato o cabrito.
Al efecto, todos los comensales se ponían en pie, y el más calificado de ellos, dirigiendo la palabra a la cosa frita, decía:

Si eres cabrito,
mantente frito;
si eres gato,
salta del plato.

Entonces se separaban algún tanto de la mesa para que pudiera escaparse si saltara del plato; mas luego, no habiendo novedad como nunca la había, comían lo que fuese, bueno o malo, persuadidos de que era conejo, liebre, cabrito o lo que quería el ventero".


José María Iribarren, El porqué de los dichos.


Roberta Flack - Suavemente me mata con su canción 


 

viernes, 6 de julio de 2012

Faulkner



William Faulkner


¿Cincuenta años sin Faulkner? Imposible, no podemos estar sin él, sobrevive en su obra como todos los grandes, cincuenta o quinientos años son lo mismo, la inmortalidad está fuera del tiempo.
William Faulkner nació en New Albany el 25 de septiembre de 1897 y murió en Byhalia el 6 de julio de 1962. Sureño de los pies a la cabeza, sí, pero en realidad creo que hay algún bulo que otro. Nació Falkner y murió Faulkner porque se le ocurrió añadirle una u a su apellido. Y cuando se hizo escritor, se dejó el bigotito y vivió siempre en el condado de Yoknapatawpha, del que fue dueño y señor. Le gustaba pensar que había combatido en la guerra.
Quiso ser poeta pero lo dejó porque creyó que era un género reservado a los genios. Luego escribió relatos breves y novelas de forma magistral. También se fue a Hollywood a escribir guiones de cine, algunos tan buenos como Tener y no tener, película basada en la novela de Hemingway, cosa que tenía su morbo.
Su plan de trabajo era metódico, se levantaba a las 6 y escribía sus 5 folios diarios. Después se atiborraba de whisky y miraba al infinito. Leía la Biblia siempre y El Quijote todos los años.
La obra que más me impactó fue Mientras agonizo. Recuerdo que su lectura me atrapó toda la noche. Me conmovió profundamente la muerte de Addie Bundren y el duro viaje hasta Jefferson para ser enterrada. Terminé la novela cuando amanecía. Al cabo de un par de horas sonó el teléfono comunicándome la muerte de una persona querida que había tenido lugar mientras yo leía el libro. Difícil será que pueda olvidar esa novela.


Billie Holiday & Louis Armstrong - New Orleans 


 

lunes, 2 de julio de 2012

2 de Julio





Gustav Klimt: Madre e hijo


Nació un 2 de Julio y le tocó vivir tiempos difíciles. Siempre ha sido el soporte de su familia y cada año que pasa se engrandece y se magnifica. Agradezco a mi madre tanto... Como decía Borges: "Son tantos los años y tantos los recuerdos"... Le debo casi todo y el amor que le profeso es mayor aún que el agradecimiento. Brindo por mi madre y para ella va este poema de Antonio Machado:


Galerías del alma... ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva...
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre... Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.