lunes, 30 de abril de 2012

Vérsele a uno el plumero



Frase muy generalizada que no consigna el Diccionario y que significa propiamente "asomar la oreja en cuestiones políticas".
Constituye una alusión, no al utensilio de limpieza llamada plumero, sino al "penacho de plumas" que coronaba el morrión de los voluntarios de la Milicia Nacional, la que nació el año 1820 para defender los principios liberales y progresistas, y fue disuelta y desarmada por el Ministerio González Bravo en 1844.
En los periódicos conservadores de fines de siglo solían aplicar la frase en cuestión a los políticos que asomaban la oreja liberal. En uno de ellos aparece la caricatura de Sagasta, tocado con el morrión de miliciano nacional, y al pie esta burla: "¡Don Práxedes! ¡Que se le ve el plumero!".
Vi confirmado el origen de la expresión que comentamos en el prólogo que en el año 1948 puso el duque de Maura al libro de Gutiérrez Gamero titulado Mis primeros ochenta años. Dice así  Gabriel Maura, hablando del autor:
"Lo que más admiré en él... fue la reciedumbre berroqueña de sus convicciones progresistas, adquiridas en los primeros años de su adolescencia. Sinceramente modesto y afable, no dio nunca ocasión a su interlocutor para pensar que se le veía el plumero; mas a poco que se prolongase la plática era seguro entrever alguna vez el perfil inconfundible del morrión miliciano".
Según los grabados de la época constitucional (1920-1923) que conozco (uno de ellos aparece reproducido en el libro de  José María Azcona Clara-Rosa, masón y vizcaíno), el plumero del morrión de los milicianos era descomunal: de más de un palmo de altura.

José María Iribarren: El porqué de los dichos. 




domingo, 22 de abril de 2012

Rita Levi-Montalcini



Rita Levi Montalcini


Es la intensidad de la fe en un credo lo que infunde valor al combatiente; la victoria es para quienes poseen certezas absolutas acerca de problemas frente a los cuales la duda sería la única actitud razonable.
Bertrand Russell, citado por Rita Levi en El as en la manga.

Felicidades a Rita Levi que hoy cumple 103 años. Buena edad para la lírica y mucho más para la épica. Otros, pocos, cumplieron la misma edad como Jünger, y llegaron plenos de vitalidad y con la fe en el trabajo. Quien tiene una meta bien se orienta.
Rita Levi nació en Turín el 22 de Abril de 1909 y durante toda su vida se dedicó a la neurología y la investigación. En 1986 recibió el premio Nobel por el descubrimiento de los factores de crecimiento de las neuronas, clave de la plasticidad cerebral. Gran descubrimiento que permitió posteriores trabajos sobre el cerebro.
Feminista ( "yo soy mi propio marido" dijo), polifacética, trabajadora incansable... No oye, no ve, pero afirma que su cerebro sigue funcionando. 
En una entrevista que concedió al cumplir los 100 años, a la pregunta de cómo había conseguido llegar a esa edad con tanta lucidez, contestó: "La única forma es seguir pensando, desinteresarse de uno mismo y ser indiferente a la muerte, porque la muerte no nos golpea a nosotros sino a nuestro cuerpo, y los mensajes que uno deja persisten. Cuando muera, sólo morirá mi pequeñísimo cuerpo".... "Lo importante es vivir con serenidad, y pensar siempre con el hemisferio izquierdo, no con el derecho. Porque ese lleva a la Shoah, a la tragedia y a la miseria. Y puede suponer la extinción de la especie humana".   
Rita Levi ha dicho que quiere vivir mientras que su cerebro no pierda la capacidad de pensar. Que cumpla muchos más y que pueda servirnos de ejemplo para que uno de los hemisferios cerebrales no nos juegue una mala pasada y para animarnos a pensar que hay muchas más cosas posibles de las que creemos.


Mozart: Sonata para dos pianos, K 448 





martes, 17 de abril de 2012

El sueño del rey





- Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
- Nadie lo sabe.
- Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
- No lo sé.
- Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

Lewis Carroll: Alicia a través del espejo.


Adamo: Mañana en la luna

 

martes, 10 de abril de 2012

La vida de los otros

La vida de los otros

Es una de las mejores películas que he visto en los últimos años. Trata de lo que te puede pasar si te inmiscuyes en las vidas ajenas. Si espías a los demás, lo que te pasa no es siempre malo, es más, puede ser bueno, buenísimo, especialmente si no estás mal del todo como persona aunque no sepas aún que estás en el bando equivocado y que los tuyos son una mierda, bueno, y sobre todo si los espiados tienen algo mejor que ofrecer. Ocurre en la RDA pero podría haber ocurrido en cualquier otra parte.
Un policía de la Stasi tiene la misión de espiar a un intelectual sospechoso de disidencia. Pasa las horas y los días escuchando todo lo que ocurre en la casa del intelectual. Poco a poco  la vida de los otros empieza a producir cambios en la suya. La lectura de un bellísimo poema de Bertold Brech (editado en el post anterior: Recuerdo de Marie A.), una partitura musical interpretada al piano por el intelectual (Sonata para un hombre bueno), el amor que se profesan los espiados... Estas circunstancias producen un cambio profundo en el solitario policía, lo transforman, hacen que experimente una especie de conversión, de caída del caballo. La conmoción por la belleza y el amor lo llevan a sentir simpatía (en el sentido más literal y etimológico del término) por los espiados y aversión por la corrupción que ha descubierto en la clase política de su país. El final de la película es hermoso.
Magníficos actores, especialmente Ulrich Mühe quien, por cierto, anunció un día que estaba enfermo y murió al día siguiente.       
Visto lo visto, habrá que ver si podemos encontrar en los demás algo que nos haga caer del cheval o, por lo menos, de la burrita pero sin espionaje, claro, faltaría plus. Aunque tiene su cosa eso del voyerismo, tiene su cosa...

La vida de los otros 


jueves, 5 de abril de 2012

Recuerdo de Marie A.





Fue un día del azul septiembre cuando
bajo la sombra de un ciruelo joven,
tuve a mi pálido amor entre los brazos
como se tiene a un sueño calmo y dulce.
Y en el hermoso cielo de verano, 
sobre nosotros, contemplé una nube.
Era una nube altísima, muy blanca.
Cuando volví a mirarla, ya no estaba.

Pasaron, desde entonces, muchas lunas 
navegando despacio sobre el cielo.
A los ciruelos les llegó la tala.
Me preguntas: "¿Qué fue de aquel amor?"
Debo decirte que ya no lo recuerdo,
y sin embargo, entiendo lo que dices.
Pero ya no me acuerdo de su cara
y sólo sé que un día, la besé.


Y hasta el beso lo habría ya olvidado
de no haber sido por aquella nube.
No la he olvidado. No la olvidaré,
era muy blanca y alta y descendía.


Acaso aún florezcan los ciruelos
y mi amor tenga ahora siete hijos.
Pero la nube sólo floreció un instante:
cuando volví a mirar, ya se había hecho viento.


Bertold Brecht

Bertlod Brecht: Die Moritat von Mackie Messer