martes, 29 de noviembre de 2011

jueves, 24 de noviembre de 2011

Sola y su alma

Thomas Bailey Aldrich


Una mujer está sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.

Thomas Bayley Aldrich: Works (1912)

Tomado de la Antología de la literatura fantástica de Borges, Bioy y Silvina.


Eric Satie - Gymnopédie nº1 


viernes, 18 de noviembre de 2011

Terapia

Van Gogh: Jardín en Otoño

Ya sé, ya sé, no tengo remedio. Esta vez fue por culpa de Quique (Sánchez Flores, nada más y nada menos) que vime postrada de nuevo. 
Estaba preparando mi maletita porque al día siguiente salía de viaje (pero de verdad, no de mentirijillas como el de Francesco). Mucho tenía que olvidar porque mi fores, queridos, se había liado con otra fores. Fui un día al bello bosque sin avisar y allá estaba dándole que te pego, retozando en el bajo bosque. Cuando me vio, me dijo:
-- No es lo que parece, mio amore.
Pero yo me fui corriendo entre sollozos. Y luego pensé que aún me habría humillado más si se lo hubiera montado con una oveja, como en la película de Allen, que uno se lo monta con una oveja y otro también y los dos rivalizan por Dasy, la linda ovejita (cuánto sabe de estos menesteres el Allen, más que de París la nuit).
Bueno, a lo que iba. Pues con la maleta ya casi a punto me llamaron para ir a tomar algo. A mí es que me llaman y no sé decir que no. Fuimos a un lugar lleno de multitud. Estaba tomando mi dulce bebida con una pajita cuando me di cuenta que la única mesa vacía se había ocupado. Era Quique con una flacucha y estaba guapísimo como siempre, es que no lo puede remediar aunque se dedique a esos menesteres del fútbol. Totalmente embelesada y atragantada me quedé mirándolo como si fuera producto del mismísimo Buonarroti. Terminamos y salimos al mismo tiempo. Como lo miraba tan fijamente como si fuera la medusa, fui a darme un traspiés de armas tomar que me volvió a herir la espalda. Me quedé accidentada y sin viaje, con esa maleta ya preparada, a punto de cerrar, abierta, que la miras y te lamentas de tu mala suerte:
-- Vaya suerte la mía: sin Quique y sin viaje.
Comprendí que necesitaba una terapia porque, del mismo modo que la combinación de vientos forma las tormentas, la combinación de traspiés y emociones forma la espalda y la nuca de cada cual.
Enseguida descarté el psicoanálisis a pesar del mucho cariño que le tengo a Freud. Pero pensé que, como terapia, me quedaban por lo menos diez años (tirando muy por lo bajo) de llanto y más llanto para llegar al final que ya me lo sé: la confesión del parricidio y el incesto. O sea, añadir más leña al fuego y quedarme con la espalda del jorobado de Notre Dame.
Me recomendaron una rápida y efectiva. Pensé que era lo que necesitaba en ese momento. Me pareció muy facilita, consiste en una especie de digitopuntura, es decir, utilizar los puntos corporales de la acupuntura, pero te lo haces con el dedo en un santiamén. Te lo puedes hacer incluso por la calle. 
La cosa me entusiasmó de entrada, porque empecé a experimentar franca mejoría. Además eso de encontrar un punto cerca del tobillo y notar sus beneficios en la espalda, francamente me encandiló. El gran problema fue el resto de la terapia: había que estar 21 días sin quejarte, eso lo decía claramente el autor, porque haciéndolo, se notarían sus grandes ventajas. Como me gusta ser creativa, me dije: pues le voy a ñadir algo de mi cosecha, voy a añadir al ciclo de 21 días sin quejas,  el de no hablar mal de nadie, ni de los amigos, ni de los enemigos.
¡Qué difícil es! Hasta ahora lo más que he conseguido llegar al 5º día, pero siempre tengo que volver a empezar. Qué difícil es no hablar mal de los enemigos, pero mucho más de los amigos. Estoy como Sísifo, siempre empezando y nunca acabando. Lo de los dedos se me da de maravilla, estoy hecha una experta, pero con el resto no puedo, se me está atragantando esta terapia. Ya puestos y a malas, casi prefiero el psicoanálisis por lo menos podré decir eso de: siempre me quedará Freud.

Dinah Washington: September in the rain 

sábado, 12 de noviembre de 2011

Subida al Mont Ventoux by Petrarca

Francesco


Mont Ventoux











Tanto tiempo confiando en la veracidad de la historia de Petrarca y creyéndome a pies juntillas que había subido al Monte Ventoso y que incluso era considerado como patrón de los alpinistas, pues va y no, que dicen los eruditos y los curiosos que no, que sólo se trata de una alegoría de la vida, que hay que considerarlo como un ascenso espiritual y que, en realidad, no se sabe si Francesco  subió o no a tal montaña. El caso es que me lo temía, ya me preguntaba yo cómo podría subir con esos extraños ropajes y tocados que se gastaba. Parece de todo menos alpinista. Y además que hasta los héroes ciclistas del Tour lo suben chutados y en aquella época sin dopaje, sin piolet y llevando como único bagaje Las Confesiones de S. Agustín, lo presumo imposible, por mucha energía espiritual que el de Hipona imprima, no creo yo que le pudiera dar tanta presteza al cuerpo.
¿De modo que puede que se trate de un viaje de mentirijillas? Pues anda ni nada, que no me he hecho yo la tira de ésos. Como  me ponga un día de verdad voy a contar la vuelta al mundo en ochenta días o la vuelta al día en ochenta mundos. 
Este Petrarca seguro que lo contó para fardar con Laura...  Y con otras, con bastantes, que parece que no se cortaba un pelo. Hasta hijos tuvo el de las órdenes menores. ¿Para qué se escribe y se cuentan gestas y hazañas si no es para fardar y para ligar? 
También hay quien viaja sólo para contarlo a los amigos, como Dominguín y su rollo con Ava Gardner. Se va uno de viaje a cualquier sitio y si no lo cuenta a nadie parece que no haya ido. Es como mi peluquera, que estuvo en el verano en New York y me lo ha contado ya varias veces, y al resto de la clientela.
Y lo de subir a las montañas, cuando veo en la tv las escaladas de la Edurne, que son muy buenas desde luego, esta cabecita mía no comprende para qué diantres tiene que subir a todos los ochomiles de la tierra. Igual es por el rollo de la tele y de los récords. Porque a mí también me van las montañas para meditar, pero las bajitas o las altas vistas desde abajo. Estás meditando, levantas la cabeza y  ves toda esa mole y se te viene enseguida la exclamación:
-- Madre mía!
Pero, en esto de los viajes, ya no es como antes en que uno decía: 
-Me voy a Roma (mayormente a ver al Papa).
Y va y se iba con lo puesto y andando. LLegaba hechos unos zorros, pero no era menester contárselo a nadie. Sin embargo ahora te dicen:
--¿Qué haces en el puente?
--Pues no sé. ¿Y tú?
-- Me voy a Bali. Es que hay unos hotelazos y unas playas de ensueño.
Otros se lo montan de otra forma y se van a Birmania en moto con sidecar. O cruzan Siberia en moto sin el sidecar, o el Atlántico a remo. Y escriben sus libros para contarlo.
De modo, querido Francesco, que te entiendo. Yo también me lo pienso montar con esto de los viajes y las montañas.


The Beatles: The fool on the hill 

domingo, 6 de noviembre de 2011

Compañeros de viaje






Cuando Petrarca ascendió (?) al Mont Ventoux, fue muy selectivo con sus compañeros de viaje:

... "Pero cuando me puse a pensar en un compañero de viaje, aunque parezca asombroso que lo diga ni uno de mi amigos me pareció apropiado en todo aspecto. Y es que incluso entre personas queridas es muy raro que haya una perfecta concordancia de voluntad y de carácter.
Éste era demasiado perezoso, aquel demasiado impetuoso, éste demasiado lento, aquel demasiado precipitado; uno era demasiado pesimista, otro demasiado optimista; uno demasiado alocado y otro demasiado reflexivo para lo que yo quería. Uno me asustaba por su silencio y otro por su locuacidad; éste por su peso y corpulencia, aquel por su flacura y debilidad. De éste me desanimaba la fría indiferencia, y de aquel la ardiente actividad. Estos inconvenientes, por pesados que resulten, se soportan en casa, pues el afecto lo aguanta todo y la amistad acepta todas las cargas; pero, si estás de viaje, resultan demasiado pesadas."

Petrarca: Carta a Dionigi da Borgo Sansepolcro.

Al final de una selección tan meticulosa, eligió como compañero de viaje a su hermano. Todo quedó en casa.

Diana Krall: Fly me to the moon 


martes, 1 de noviembre de 2011

De aquí para allá









Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y las ingentes olas del mar, y las anchurosas corrientes de los ríos, y la inmensidad del océano, y el giro de los astros, y se olvidan de sí mismos, ni se admiran de que todas estas cosas, que al nombrarlas no las veo con los ojos, no podía nombrarlas si interiormente no viese en mi memoria los montes, y las olas, y los ríos, y los astros, percibidos ocularmente, y el océano, sólo creído; con dimensiones tan grandes como si los viese fuera.


S. Agustín: Confesiones. Libro X.


Leonard Cohen: Dance me to the end of love