jueves, 29 de septiembre de 2011

Amanecer en el campo

Van Gogh: Trigo al amanecer


El campo es uno de los sitios donde mejor amanece. Lo malo es que me lo pierdo porque el gusto por el cielo estrellado y el amanecer son incompatibles. Reconozco que esas primeras horas matutinas últimamente me las he pasado en la cama. Tengo recuerdos vagos: la luz que renace, el rocío en las hojas de los árboles, la dulce calma...
Pero un día tenía unos asuntos campestres que resolver. Me puse en contacto con una serie de forestales de la cosa sin llegar a nada claro, parecían troncos arrancados de los mismísimos árboles, estaba desesperada hasta que una tarde recibí la llamada de un desconocido. Era un forestal con una voz grave, pausada, educada... de hecho supe enseguida que me gustaba mucho, muchísimo. Me citó a las 8 de la mañana, bueno primero me dijo si no tenía inconveniente y por supuesto le dije que no.
Me preguntaba cómo sería porque esa voz no podía fallar, tenía que ser alguien encantador. Me acosté ilusionada, puse tres despertadores porque ya una anda un tanto extraviada en eso que llamamos tiempo y cuando hablo de horas sólo me acuerdo de la película sobre la Woolf  y acudí a la cita que tendría lugar en el bosque. Llegué puntualísima y ya me estaba esperando un hombre joven grande, con una sonrisa grande y una mano grande que me apretó con energía mi nerviosísima mano. Subí a su todoterreno  y nos dirigimos al lugar de la cosa a resolver. Hablaba con la misma voz que me había encandilado el día anterior. Lo miraba y no daba crédito a lo que veía: era un encanto.
Llegamos al bosque y enseguida me resolvió el asunto que nos había llevado hasta allí. Empezamos a hablar de lo hermoso que estaba el campo, le pregunté si le gustaba su trabajo y me dijo que era completamente feliz y que por nada del mundo lo cambiaría por otro. Pronto participamos de una misma comunión (yo que en cierto modo prefería "los pollos cocidos" como el personaje de Cortázar). Juntos contemplamos los colores de la mañana. Empecé a hablar de la relación entre naturaleza y pintura y se mostró un entendido en arte, también le gustaban los paisajes de Claudio de Lorena. Yo no sabía si estaba soñando o no pero lo cierto es que me sentía tan a gusto que aquello no me parecía posible. 
Tumbados veíamos pasar las nubes y reíamos de sus formas caprichosas. Quedamos en vernos al día siguiente y volvimos a hacer lo mismo. Nos tumbábamos y hablábamos de la naturaleza y discutíamos acerca de si es superior al arte.
El tercer día empezamos a recitar el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. Juntos empezábamos la primera estrofa:
"¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huíste, 
habiéndome herido;
salí tras de ti clamando, y eras ido."

Y seguíamos. Cuando volvía a casa seguía con el Cántico:
"Pastores los que fuerdes
allá por las majadas al otero, 
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decídle que adolezco, peno y muero."

El siguiente día prometía el éxtasis más absoluto. Pero desgraciadamente no fue así. Cuando estaba tumbada, al darme la vuelta grité de dolor. Me había clavado algo en la espalda.
-- ¿Qué hace aquí un canto rodado? preguntó en voz alta como si fuera el protagonista de Hemingway cuando se preguntaba qué hacía un leopardo en el Kilimanjaro.
Yo no sabía qué hacía allí el canto rodado, sólo que había terminado con mi espalda y mi dicha.
Ahora estoy en la ciudad aún convaleciente esperando volver cuanto antes a contemplar la luz del otoño en los campos.


MIna: Grande, grande, grande. 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Polvo de estrellas

Van Gogh: Noche estrellada

 Siempre he tenido una clara conciencia de nuestra relación con el polvo: "polvo eres y en polvo te convertirás" decían en un momento sobrecogedor del miércoles de ceniza mientras  lo ponían en la frente. A otros polvos no quiero referirme porque quiero reformarme. El polvo de estrellas no sé si me sobrecoge más o menos, pero me gusta más, lo encuentro mucho más poético.
Dicen que en el principio era el hidrógeno... Después en una dinámica de explosiones y fusiones se fueron formando las estrellas, se fue formando todo, los átomos de nuestros cuerpos se formaron en el interior de una estrella.
Eso explica por qué en las noches de verano cuando contemplo el cielo nocturno, no sólo me extasío ante la belleza que ven mis ojos, sino que descubro en mí una nueva dimensión, veo la bóveda celeste como un útero gigantesco y lo siento más próximo y familiar.
Observo la Estrella Polar, la Osa menor, la Osa mayor, Casiopea, Arturo y el Boyero, Pegaso... ¿Qué pasaría si pudiera estar ahora mismo en Arturo? Vería lo que sucedió aquí hace 40 años... Qué lejos está... Si la luz viaja a 300000 kms/s y tarda 40 años en llegar ¿cuál es esa distancia?
Añoro la otra parte, el cielo austral, la Cruz del Sur contemplada desde la Patagonia y Nueva Zelanda...Aunque este cielo me sea más extraño no dejo de recordar a Eduardo Galeano:
"Yo nací y crecí bajo las estrellas de la Cruz del Sur. Vaya donde vaya ellas me persiguen. Bajo la Cruz del Sur, cruz de fulgores, yo voy viviendo las estaciones de mi suerte."
Las estrellas tienen luz propia pero cuando las miramos puede que ya no existan, que hayan desaparecido y lo que veamos no sea sino el resto de su gloria también efímera.
Hay tanta belleza en ese cielo nocturno! Las Leónidas, las Perseidas derramando las lágrimas de San Lorenzo (¡qué nombres!). Las estrellas fugaces que incitan a pedir deseos, que incendian el cielo mientras se desintegran, son como nosotros, simples meteoros fugaces perdidos en medio del Universo, con unos segundos de esplendor.
Hasta Platón decía "... De esas tracerías con que está bordado el cielo hay que pensar que son, en verdad, lo más bello y perfecto que en su género existe."


Ringo Starr: Stardust

viernes, 16 de septiembre de 2011

Dos horas más

Gérôme: La Verdad saliendo del pozo


Dos horas más a la semana son treinta alumnos  y sesenta padres más en pie de guerra (a veces se añade algún abuelo). Tres o cuatro alumnos en el mejor de los casos, la mitad o todos menos uno (siempre  quedará un Lot) se encargarán de hacer la vida imposible al profesor y de impedirle dar clase. Si es malo malísimo, a parapetarse, a pedir hora con el psicólogo y a  intentar sobrevivir como se pueda. Aquel que tanta ilusión había puesto en la docencia tiene ahora  una sola tarea: vigilar, procurar salir indemne de la clase, evitar peleas inter pupilos, esperar el sonido del timbre y salir hacia  otro grupo donde más o menos le pasará lo mismo. Dos horas más aumentarán su frustración al no poder hacer lo que más desea: enseñar. Dos horas más aumentarán el número de reuniones, de padres para atender, de evaluaciones, preevaluaciones y otros rollos. Dos horas más matemáticamente no son dos horas más, son muchas más horas más, total para nada.
A nivel colectivo dos horas más suponen el despido de miles de interinos a los que habrá que pagar, supongo, su subsidio de desempleo.
En dos horas algunos de los que cagaron la enseñanza dormitan en sus escaños, nadie ni nada se lo impide, sólo tienen que despertar para darle a la disciplina de partido. Fuera les espera el coche oficial que los llevará donde se les antoje. Ellos han convertido la enseñanza pública en un detritus, en pocos años han cambiado varias veces de leyes educativas,  todo el que llega bautiza un ente vacío de contenidos y, como Dios, le pone nuevos nombres. Se creen eso de que el sistema educativo es como "el patio de mi casa es particular." Una nueva legislatura, un nuevo partido político, una nueva ley de educación. Más horas para tratar de comprender un lenguaje oscuro y opaco. Y luego, con la ayuda inestimable de algunos voceros de algunos medios de comunicación, sólo falta buscar una diana, descubrir el aula de cristal y buscar un chivo expiatorio: el profesor. Cada vez más degradado socialmente, se le culpa (wanted) de ser el que más dinero gana, el que menos trabaja y el responsable del fracaso escolar.
Conozco a muchos profesores que darían lo que fuera por ejercer su profesión con dignidad. Pero los que dormitan han llenado su tiempo de reuniones estériles, lo han convertido en un burócrata rodeado de papeles... Y han impedido que puedan enseñar gramática, matemáticas, historia del arte, filosofía, latín...
Que duerman en sus escaños, pero que no tengan la desfachatez de culpar a los profesores del fracaso escolar. Ni de ponerlos en el punto de mira de la sociedad. Los profesores no son la causa del fracaso escolar sino sus víctimas. 


viernes, 2 de septiembre de 2011

El mandarín


Anda Cide Hamete metido en lecturas de Eça de Queiroz, como siempre seleccionadas con mucho tino. Sin embargo a mí el recuerdo de una de las obras del escritor luso me perturba y produce desasosiego y está inevitablemente asociado a la pérdida de una buena amiga.
Leí El mandarín hace bastantes años. En un lugar de la China vive un rico mandarín. Teodoro, el protagonista, aquel cuyo nombre significa regalo de los dioses, tiene acceso a una campanilla cuyo sonido matará al mandarín. Con sólo hacer tilín tilín el mandarín morirá tres doucement y él heredará su inmensa fortuna. Cuando leí el relato conté mis vicisitudes a mi amiga C. Ella leyó el libro y al parecer tampoco le fue indiferente. Poco después me contó que la historia le había ocasionado un gran malestar y que, aunque admiraba la calidad de la escritura, repudiaba profundamente la historia y no podía soportar el solo nombre de Teodoro.
Pasó el tiempo y C recobró poco a poco la tranquilidad. Hasta que un día ella que es docente (noble profesión donde las haya) buscando quehaceres para sus alumnos de Ética, tropezó con el libro de John Hospers La conducta humana. Allí había una serie de problemas morales, entre los que se encontraba una versión del relato de Queiroz: Imagine que se encuentra en una habitación en la que hay una mesa con un botón. Usted está solo, nadie puede verlo. Si aprieta el botón en algún lugar del mundo una persona muere y  usted recibe 20.000 $. ¿Apretaría el botón? 
C planteó el problema a sus alumnos. Vio con estupor el resultado: una parte de sus alumnos apretaría el botón. Le preguntaban cosas como:
-- ¿Se trata de alguien conocido?
-- ¿Podría ser alguien de mi familia?
C juzgaba las preguntas muy capciosas.
Lo comentó con sus compañeros y también ellos decidieron hacer la prueba con resultados muy parecidos. Uno de ellos sugirió introducir variaciones: aumentar o disminuir la recompensa. De manera alarmante comprobaron que los resultados eran parejos a la cantidad de dinero ofrecida: a más dinero más alumnos apretarían el botón, cuanto menos dinero el porcentaje disminuía notablemente.
Con grandes cantidades (pongamos 5 millones de dólares) hasta los considerados buenos alumnos lo harían, aunque necesitaran subterfugios.
-- Es que pude que fuera una mala persona, un asesino. Si lo matara le haría un bien a la humanidad.
-- Pues yo sí lo haría y le daría la mitad a los pobres.
C se desesperaba y comentaba a sus compañeros:
-- Son unos asesinos -sollozaba - Mis alumnos son unos asesinos.
-- No te pongas así. Sólo es una prueba, en realidad no serían capaces de hacerlo.
Pero C empezó a pensar que sí eran capaces de hacerlo. Empezó a temerlos. Cuando entraba a clase los veía de otro modo. Veía en ellos una malicia que no había percibido nunca. Cada mañana cuando se levantaba para ir a trabajar le entraba un profundo malestar. Los síntomas fueron agravándose: no dormía, tenía pesadillas. Al llegar a clase sufría ataques de pánico. Empezó a frecuentar los médicos, a faltar a clase, a tener bajas por enfermedad. Se encerraba en su casa, se aislaba del mundo. Poco a poco empezó a pensar que cualquiera sería capaz de apretar el botón o hacer sonar la campanilla.
-- Brotes paranoicos, diagnosticaron unos.
-- Algo más que brotes, dijeron otros.
C no sale de su casa. Tampoco recibe visitas. Ha perdido todo deseo de vivir. Yo he perdido a mi amiga. 
Y tú, lector, si pudieras, ¿harías sonar la campanilla como Teodoro? ¿Matarías al mandarín? Es tan fácil: tilín, tilín, tilín...


Dulce Pontes: Cançao do mar