viernes, 26 de noviembre de 2010

Historias mínimas



Historias mínimas





Y tan mínimas, comme il faut. El cine desnudo sobre el paisaje desnudo patagónico. Pura belleza, pura poesía. Adorable Sorín, adorable cine, adorable Patagonia... No la de los turistas, sino la íntima y pura Patagonia. La del viento, la de los escasos y doblegados árboles, la del paisaje del alma... Patagonia, mi Patagonia...
Qué bella, deliciosa, exquisita película. Así se narra, así se cuenta, sin grandilocuencias, así es la vida. El hombre en un entorno inconmensurable. Éstos sí son horizontes lejanos.
Las estrellas y su brillo, el cielo nocturno recamado. Dos cosas sobre todo lo demás, decía Kant: el cielo estrellado sobre mí, la ley moral dentro de mí... ¿hay algo más bello?
El cielo austral, la Cruz del Sur, que guió a los antiguos navegantes, la que cantaron y cantan los poetas, los narradores... La casita sencilla, el leño en la chimenea, unos libros, la noche del sur...
 Bruce Chatwin, Paul Theroux que recorrieron, antes de escribir, estos paisajes... ¡Cuántos personajes recorrieron o pudieron recorrer estos lugares! ¿Por qué no imaginar la figura de Alonso Quijano montado en su caballo por estos horizontes? Un gran escenario para un gran caballero.
Y la gente sencilla, el viejito que busca su perro, el viajante de comercio con su tarta y la joven del concurso... Viaje desde Fitz Roy hasta San Julián.



Carlos Sorín: Historias mínimas

Historias mínimas: trailer


Carlos Sorín
Mi Patagonia












VIVA RADIO LA COLIFATA


domingo, 21 de noviembre de 2010

Leonardo



Leonardo Sbaraglia




Mi electricista no me entiende, en serio. Y eso que me cae bien. De todos los elementos que aparecen por una casa en reforma es de lo mejor, pero no me entiende. Le he dicho un montón de veces que quiero un telefonillo nuevo dans la cuisine. Y él no para de insistirme para que quite el horroroso timbre (lo dice él) de la puerta y lo cambie por un din-don. Me niego a ese cambio y él insiste en que me lo regala. Sin embargo con lo del telefonillo no me hace ni caso.
-- Este telefonillo está bien, dice el muy cabezota. Sólo está sucio por la reforma, se limpia y se queda como nuevo.
Y dale, siempre la misma monserga, lo discuto a diario.
-- Pero es que yo quiero un telefonillo nuevo, de los que te sale la imagen del que llama.
-- ¿Para qué? Eso sólo es un capricho.
Cómo son los hombres... ¿Cómo le voy a explicar a semejante cabezota lo que quiero en realidad? Lo que de verdad quiero es un telefonillo en cuya pantalla te sale Leonardo Sbaraglia. Es que estoy dans ma maison, tumbada en el sofá y llaman al telefonillo, me asomo y se me aparece el Sbaraglia y no sabéis cómo me pongo. Porque ahora llama poca gente. Bueno, el cartero, mejor dicho, la cartera que es simpatiquísima, coloquial, una tía estupenda. Pero no es lo mismo, queridos, no es lo mismo. A la cartera la veo, la saludo, charlamos por los codos... bien, eso está muy bien. Pero no me produce la misma alegría. Además cuando llama al telefonillo para traer la correspondencia de toda la finca (me llama a mí porque siempre le abro, no como los demás que no abren porque son unos bordes y unos miedosos) bajo y ¿qué me encuentro en el buzón?. Pues ninguna alegría, sólo cartas de bancos y entidades que no me interesan nada.
No puedo ni imaginarme lo que pasaría con el nuevo telefonillo y el Sbaraglia, la vidilla que me daría. Es que es obscenamente guapo y además argentino. Leonardo querido, lo tienes todo. Si me llamaras yo te diría:
-- Sube corazón, que tengo algo para ti.
Además no me abandonaría, estaría todo el día arreglada para cuando me llamara.
No le puedo explicar todo esto a mi electricista que es tan serio y está dispuesto a regalarme el din-don.
No sé cómo lo haré, qué estrategia me montaré, pero he de hacerme con el telefonillo. Puede que llame a otro electricista que me comprenda o, mejor dicho, que no haga preguntas aunque no me regale el din-don.
















Francisco Canaro: Adiós pampa mía


Viva Radio La Colifata








lunes, 15 de noviembre de 2010

La Argentina

Librería El Ateneo
Café Tortoni




Argentina, la Argentina. A qué pocos países podemos llamarlos con artículo. No decimos la Italia ni la Holanda ni la Suiza... Decimos la Argentina porque hay algo entrañable, mucho cariño por medio.
¿Desde cuándo tengo yo ese inmenso cariño por la Argentina? Desde siempre, desde que me acuerdo... ¿Por qué? No lo sé, sólo sé que es así.
El país y sus gentes, todo me llama poderosamente. Los oigo hablar y me quedo boba. Tanto es así que ya me guardo mucho de decir "coger". Y cuando digo "concha" ya lo digo con segundas y terceras. Y mi Buenos Aires querido. Y mi Patagonia, territorio del alma...
La Argentina es mi sueño y mi deseo, creo que lo va a ser siempre. Leo a sus escritores, escucho sus músicas... Paseo sus calles, sí, paseo sus calles, como imagino el cielo aunque no lo conozca. Me resulta todo tan familiar...
Palermo Viejo, Corrientes, Maipú, la Chacarita, Café Tortoni, Plaza de Mayo, una esquina rosada, Recoleta, Puerto Madero, Teatro Colón, Avenida de mayo, Avenida 9 de Julio, Obelisco, Hospital Borda...
El hombre de la esquina rosada, Borges, Cortázar, Gardel, Sábato, Bioy, Ocampo Silvina, Ocampo Victoria, Mujica Laínez, Carlos Sorín: Historias mínimas, Carlos Sorín: Bombón el perro... Goyeneche, Piazzola, Mercedes Sosa...
El tango y la milonga. La chacarera.
Radio La Colifata, los colifatos, mis queridos colifatos del Borda, colifatos del mundo, uníos.
Viva la madre que parió a los del Borda y Alfredo Olivera. Para vosotros todo mi cariño. Y mi solidaridad para que podáis seguir con vuestro maravilloso proyecto.

A. Olivera y Radio La Colifata











Villa Ocampo


A. Piazzola: Libertango

Piazzola y Goyeneche: Vuelvo al Sur

C. Gardel: Mi Buenos Aires querido

Mercedes Sosa: Alfonsina y el mar

Patagonia argentina

Radio La Colifata: La locura del sol

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Drama en tres actos















Antes, mientras y después de la reforma (no con mayúscula, claro). Muchas gracias por vuestra solidaridad con mi estado actual. La Coli está fuera de sí, en plena identificación (véase: mecanismos de defensa) con un personaje del vídeo que os envío (adivinad cuál) y que me ha sido remitido por gentileza de Lourdes. 
Qué buenos los gomaespuma y qué bueno el vídeo. Miradlo con atención porque tiene mucha "miga". Es total...


Gomaespuma: El albañil.

Yo venía cantando con alegría.... Y la cosa es que... además cantan. Cantan ellos y canta todo lo que hacen... 







jueves, 4 de noviembre de 2010

Metamorfosis

Füssli: La pesadilla






"Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto".
                                                          F. Kafka: La metamorfosis
¿Era un sueño? ¿Una pesadilla? Parece que no porque poco después dice: "No era un sueño"
Lo entiendo, en serio. Después de un sueño intranquilo, te puede pasar cualquier cosa. Y eso cuando los tienes, porque las más de las veces puede que no logres dormir y no te permitas tener sueños intranquilos.
Soñé que me despertaba por la mañana temprano, muy temprano. Me vestía con la ropa de mi nuevo trabajo y rápidamente, con los ojos aún pegados, me iba al curro. Acudía con mis nuevos compis albañiles ellos y, por lo visto, también yo era albañila. Nos saludábamos como colegas y empezábamos la jornada. A mí me tocaba la radial (qué bello nombre para un instrumento tan simple y brutal). Me ponía una mascarilla y cortaba paredes, azulejos y todo lo que se me pusiera por delante con una gran maestría, como si lo hubiera hecho toda la vida. La casa me era ligeramente familiar aunque no lograba saber por qué.
Al cabo de un par de horas, el jefe decía:
--Vámonos a almorzar.
Y me sonaba a cielos esa expresión. Pero no se refería a lo que algunos entienden por la comida del mediodía, sino a lo que media entre el desayuno y esa comida y que suele constar de un gran bocata, varias birras y algún carajillo. Volvíamos al trabajo y al cabo de un par de horas el jefe decía:
-- Vámonos a comer.
Y otra vez vuelta a lo mismo. Y vuelta al trabajo. 
Mi cuerpo empezaba a experimentar esos cambios: la zona lumbar se iba hacia adentro, el culamen salía a medida que se explayaba, la barriga y el estómago campaban por sus anchas...
Y después de la comida, de nuevo a la radial y tan feliz, de verdad, tan feliz. Todo lo llenaba de polvo y rompía la casa, la destrozaba, y me complacía gratamente esa destrucción.
Me apropié de una nueva jerga: pilar, bovedilla, viga, regata (ésta la odio), cantoneras, rodapié, alicatar...
Cuando me desperté me dije:
-- Vaya pesadilla que he tenido.
Y me sentí muy aliviada de estar despierta. Entonces me di cuenta de que me había despertado en un lugar extraño. Sin saber cómo, me dirigí hasta mi casa y cuando entré fui presa del pánico. Ante mis ojos la desolación y el terror: mi casa estaba siendo destruida por una panda de desalmados albañiles. Yo les gritaba, les decía que pararan, incluso les suplicaba. Pero ellos no me hacían caso. No me oían o parecían no oírme. 
Pasó el tiempo, siguió pasando y ya nunca pude volver a mi casa. Ellos se quedaron para siempre. Me quedé en un exilio indeterminado...





The Cranberries: Dreams